Como no podía ser de otra forma. Esta representa un nuevo reto para La Contadora, que se encuentra metiéndose últimamente en unos jardines de zarzas de los que es imposible salir ileso.
Hablo de desafío porque, en primer lugar, hablar de Kahlo sin caer en el repetido cliché de ¿símbolo feminista? (jamás la catalogaría de tal) que penetra en nuestras pupilas a diario se antoja complicado. En segundo lugar, de tratar divorcio no deja de ser una tarea agridulce (la muerte de una vida anterior en la que se depositaron esperanzas y expectativas y la llegada de una oportunidad que la vida te regala).
No obstante, antes de disertar sobre la obra de esta singular pintora es necesario comentar brevemente su biografía, porque su fuerza, el alma que plasma en sus cuadros, la belleza de su mensaje no nace, no vive lejos de su vida. Su obra es un continuo círculo que se retroalimenta de sus vivencias y por desgracia, del apego desmedido que sintió por Diego Rivera.