“Autorretrato con mi padre” – Débora Arango (1907-2005)

“No sabía que existieran pecados de hombres y pecados de mujeres.”- Estas fueron las palabras que nuestra protagonista “escupió” a Monseñor García Benítez cuando al exponer su obra La adolescencia en el Museo de Zea en Medellín, García Benítez le advirtió de excomunión

Monseñor García le llamó a su despacho para prohibirle que pintara más desnudos. Débora le contestó que, si había llamado ya a Pedro Nel Gómez, que también pintaba desnudos. Monseñor lo justificó por ser hombre a lo que la artista le contestó tan magistral frase.

Hay un pensamiento colectivo que no deja de golpear incómodamente en mi cabeza respecto a una de las pocas mujeres pintoras conocidas: Frida Kahlo. No entiendo cómo ni sobre que tesis, se ha encumbrado a Kahlo como ejemplo de mujer feminista. Si se me permite (y si no, también) no puedo disentir más, pudo ser un ejemplo de resiliencia, de creatividad, por crear un estilo propio dentro del movimiento surrealista; pero Frida vivió a la sombra del maltrato psicológico de Diego Rivera y tampoco observo en sus obras un paso adelante hacia la defensa de la mujer, cosa que con rotundidad puedo afirmar de Débora Arango (que no daría yo por haberte oído reflexionar sobre tus obras).

Antes de hablar sobre la obra en cuestión: Autorretrato con mi padre, os advierto que una vez más, en la vida como en el arte, las cosas no son lo que parecen. Y sí, sé lo que habéis pensado al ver esta obra, tranquilos, yo misma os abriré las puertas del infierno.

Nuestra protagonista, es un referente del expresionismo y el feminismo en la plástica colombiana. Mujer transgresora en su pintura abordó la crítica social y política además de ser la primera pintora colombiana en pintar desnudos femeninos.

Desde niña demostró tener un don especial por la pintura y el arte, ingresó al Instituto de Bellas Artes de Medellín. Fue alumna del maestro Eladio Vélez, quien le enseñó los secretos del dibujo y del Maestro Pedro Nel Gómez con quien aprendió la dinámica de la forma, la vitalidad del movimiento y el colorido. Mientras tanto, en la biblioteca de su tía, descubrió a los filósofos y escritores de todas las tendencias; por intermedio de sus hermanos, estudiantes de medicina, accedió a libros de anatomía que le permitieron el estudio del cuerpo humano.

En 1937 expuso acuarelas de paisajes, animales y naturaleza muerta, junto a sus compañeras del taller de Nel Gómez. En 1938 se apartó de su maestro y comenzó a trabajar sola, experimentando con desnudos de tamaño natural y pintando escenas de la vida real. Un año después participó en la Exposición de Artistas Profesionales en el Club Unión de Medellín donde expuso acuarelas y óleos, incluyendo dos desnudos, uno de ellos Cantarina de Rosa: ganó el primer premio y el escándalo estalló. La sociedad política e intelectual repudió su obra y la calificó de sórdida, impúdica y pornográfica.

En 1946 viajó a México para perfeccionarse y estudiar a los muralistas; de regreso, en 1948, expuso en Medellín, pero su desnudo, esta vez La adolescencia volvió a escandalizar a la sociedad y estuvo a punto de ser excomulgada por las reiteradas quejas que la Liga de la Decencia de Medellín elevó por lo “inmoral” de sus cuadros.

Transgresora, audaz y polémica, Débora abordó la crítica social y política de su país y de su época: volvió la mirada hacia los repudiados y alta sociedad (de forma especialmente beligerante): obreros marginados, monjas, prostitutas, mujeres relegadas, el dolor y el maltrato, la situación política y las manifestaciones populares. Sus manos pincelaban una la realidad cotidiana de la que nadie quería hablar; denunciando la violencia de una sociedad llena de prejuicios ancestrales. Conocida por los retratos de políticos pintados con formas de animales, como en la obra La salida de Laureano con Laureano Gómez Presidente de Colombia como protagonista a quien plasmó con forma de sapo.

Sufrió insultos y el peso de la soledad que atenaza a los incomprendidos, por lo que decidió no volver a exponer sus obras, encerrándose en su casa, sin abandonar la pintura. Viajó a España a perfeccionarse en la figura humana y estudiar cerámica; en 1955 expuso en Madrid una muestra individual, pero por orden de Francisco Franco sus pinturas fueron descolgadas.

Algunas de sus pinturas más reconocidas son: Las monjas y el cardenal, El almuerzo de los pobres, El Cristo, Huida del convento, La monja intelectual, En el jardín, Bailarina en descanso, Los cargueros, Los matarifes, Retrato de un amigo, retrato de Mateo Blanco quien fue su mejor amigo en últimos años de su vida.

Débora Arango falleció en diciembre de 2005, a los 98 años, siendo reconocido su talento y su aportación al arte colombiano.

Y, sin embargo, de todas sus obras controvertidas, elijo aquella en la que se desnuda emocionalmente con su padre. No es una elección banal, quiero hablaros del dolor, de la herida abierta que muchos autores trasgresores portan por ser auténticos.

En una sociedad patriarcal como la colombiana el padre es un personaje fundamental en la historia de Débora Arango. Sin su autorización y patrocinio la joven pintora no habría podido desarrollar su vocación. Sin embargo, su condición de mujer artista y el apoyo del padre no la exonerarían de cumplir con sus deberes de hija y mujer soltera. No obstante, Arango comienza a experimentar con el desnudo femenino causando gran estupor en la sociedad e (intuimos) muy a pesar de su padre.

En 1947, otra vez con el consentimiento paterno, Débora decide iniciarse en el estudio del mural y pidió a sus antiguos maestros, Eladio Vélez y Pedro Nel Gómez, las recomendaciones que le exigía la Escuela Nacional de Bellas Artes de la Ciudad de México. Ambos se niegan a recomendarla. Aun así, la pintora decide viajar con sus cuadros como única carta de recomendación. En México la recibe el maestro Federico Cantú quien le ofrece una beca. En Bellas Artes estudia la técnica del fresco con Antonio María Ruíz y conoce las obras de los grandes muralistas: Orozco, Rivera y Siqueiros. En aquel país el ambiente artístico, liberal y abierto, es completamente distinto al colombiano y Débora queda asombrada al sentir el trato respetuoso que se le dispensaba a su obra. Al año siguiente de su llegada a México, y antes de que pudiera concluir sus estudios de mural, su padre enferma gravemente y ella se siente obligada a regresar a la casa paterna para cumplir, cómo no, con sus deberes de hija. Los padecimientos de Castor Arango se prolongan por 17 años. Durante este tiempo Débora Arango desaparece casi por completo de la vida pública y relega su pintura a un segundo plano. Imaginad el destino de la obra de Arango de haber permanecido en México, un ambiente abierto a nuevas propuestas estilísticas.

El único autorretrato de Débora Arango es Autorretrato con mi padre. Se trata de un óleo sobre lienzo pintado tan solo dos años después de su regreso de México. Llaman poderosamente la atención dos aspectos de la obra: el primero de ellos es el evidente protagonismo del padre, cuya figura ocupa la casi totalidad del lienzo en contraste con la figura de la artista representada en la esquina inferior izquierda y ocupando una sexta parte de la superficie total de la tela. El padre, que está vestido con ropa de dormir, como corresponde a su papel de enfermo confinado a la casa, le da la cara al espectador ofreciéndole una mirada ensimismada, mientras ella, representada desnuda (o vestida en tonos beige), se arrodilla frente a su silla y recuesta la cabeza sobre su regazo. Al ocultar el rostro haciendo uso de las manos de su padre, Arango anula su propia identidad, se dota de un aura infantil, desprotegida. La obra transmite una absoluta sumisión y no podemos negar que contiene cierta carga sexual. Algunos expertos opinan que el autorretrato bien podría representar un Complejo de Electra no superado en una mujer adulta, ya que por aquél entonces la artista contaba con 43 años de edad. Sinceramente ¿quién no ha deseado la probación y reconocimiento de sus progenitores? Con mayor motivo aún cuando nos referimos a una mujer que no tuvo más opción que nadar contracorriente.

Es sencillo imaginar la tremenda soledad que le embargaría en su día a día. En resumen, los premios y reconocimientos no logran coser las heridas abiertas que generan traicionar a tu clan, nadie responde desde el pozo de dolor que se apertura en el alma. La sociedad, sus individuos son incapaces de redimir el pecado que supone pensar contracorriente, seguir otra senda que ofende a algunos guardianes de la moral caduca y añeja. Imagino a mi admirada pintora abrazada a los pies de su padre, mientras en su cabeza confluyen sus éxitos y de forma contradictoria una letra parecida a la que cantan GUADAÑA en su Sangre de mi sangre:

“Te seguiré a través del tiempo
Estaré allá donde me esperes
Pues tu voz es mi voz

Como un ángel de la guarda
Pegado a mí
Elixir de mi existencia
Te siento así

Gigante en mi recuerdo
Aún estás aquí
Venciendo al enemigo
Haciéndole salir

Forjado en mis entrañas
Y en el corazón
Son ley tus palabras
El refugio de mis miedos

Eres tú, sangre de mi sangre
La luz en el camino
Pase lo que pase
Santuario de mi eterna confesión
El reflejo de la perfección

Te seguiré a través del tiempo
Estaré allá donde me esperes
Pues tu voz es mi voz

Seguí tus enseñanzas
Para ser quien soy
Andar por la senda
Inspirado en tus hazañas

Eres tú, grande entre los grandes
Compañero en mil fracasos
Héroe insuperable
Baluarte del amor y la verdad
Estandarte de la libertad…”

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