“Brujas yendo al aquelarre” – Luis Ricardo Falero

Un grupo compuesto por mujeres desnudas volando lascivamente sobre escobas, algún ser del averno, murciélagos salidos de las tinieblas y un macho cabrío envueltos en la oscuridad de las tinieblas se encaminan hacia el aquelarre o Sabbath. Parecería la portada de alguna banda de heavy metal ¿verdad?. 

Incluso de un simple vistazo la sensación que nos transmite es de tratarse de una impresión digital. Nada más lejos de la realidad, se trata de la obra de un pintor, ingeniero e inventor del S.XIX, español darlings (nacido en Granada) para mayor deleite nuestro y sí, con él hubiera echado infinitos pulsos de chupitos de absenta hasta caer borrachos como cubas después de escuchar sus relatos sobre donde obtenía inspiración para dibujar lo tenebroso.

Luis Ricardo Falero de Candelarese fue básicamente autodidacta, inventor e ingeniero que se movía estilísticamente en la tradición postromántica de la segunda mitad del siglo XIX. Destacaba por la representación a través de un dibujo meticuloso y una precisión casi fotográfica en el tratamiento de “suntuosos” desnudos femeninos (sobre todo a partir de su tiempo de estancia en París) le supuso ser tildado de “pintor cercano a la pornografía” y en consecuencia poco conocido para el público en general, mientras que en Londres obtuvo, salvo con escasas excepciones de la crítica, una excelente acogida. Podríamos decir que en el alma de Luis Ricardo Falero danzaban dos grandes pasiones: el desnudo femenino del que era un maestro, y la temática esotérica, la brujería, algo que también fascinaba a Goya.

Personalmente tiendo a pensar que si Miguel Ángel Buonarrotti dibujaba a las féminas muy masculinizadas debido a su gran admiración de la anatomía masculina, para Falero su estancia en París tuvo que resultar especialmente provechosa porque consigue dotar al cuerpo femenino de una belleza y sensualidad que se sumerge en el más puro erotismo.

Como inventor e ingeniero fue fundador de la Sociedad Internacional de Electricistas y miembro de la Sociedad Belga de Electricidad, así como iniciador de un nuevo procedimiento de preparación industrial del oxígeno (1874) y varios generadores. Se descubre también en este aspecto un notable interés por el estudio de los efectos luminosos (Desnudo tumbado, de 1880), de ahí que sus obras destilen un halo lumínico que las enmarca y logra captar la atención del espectador, como si de un hechizo se tratase. 

Darlings, si tenéis la oportunidad de visitar alguna obra de Falero os invito a presenciarla de una forma distinta, relajaros, llevad auriculares con la tecnología idónea para aislaros del ruido y en vuestro reproductor que no deje de sonar I Put a Spell on you en la versión del paradigmático MARILYN MANSON. Situaros frente a una de sus obras de temática esotérica, cerrad los ojos, respirad y abrirlos de golpe cuando comiencen a sonar los siguientes acordes:

“I put a spell on you

Lord! Lord! Lord!

‘Cause you’re mine

I can’t stand the things that you do when you’re fooling around

I don’t care if you don’t want me

‘Cause I’m your’s, your’s, your’s anyhow”

Os aseguro que resulta una experiencia mística a la par que irresistiblemente sensual.

Centrándonos en “Brujas yendo al aquelarre”, éste óleo sobre madera de álamo fue pintado en el año 1878 y pertenece a una colección privada. En él es fácilmente apreciable como nuestro enigmático pintor cultiva el desnudo femenino, aprovechándose de la moda de pintar elementos brujeriles. En esta hipnótica obra, un grupo de mujeres acude a un aquelarre, volando en sus escobas o cabalgando un macho cabrío, todo entre una niebla psicodélica que dota al conjunto de una atmósfera hipnótica.

Esta pintura tuvo gran éxito en la Inglaterra victoriana, de una estricta moral, pero se salvaba debido a que, por otro lado, los ingleses estaban interesados en temas esotéricos y relacionados con el ocultismo (era la época dorada de los médiums y el contacto con el Más Allá).

La imagen omnipresente de la mujer, con sus insinuaciones orientalistas (recordemos que estamos en pleno romanticismo, donde lo exótico era tan interesante como lo sobrenatural) es además subrayada por poses de lo más sugerentes. Si, si, lo que estáis pensando (y si no lo hacéis es que mi mente arde en exceso) algunas brujas se están masturbando deslizándose sobre sus escobas y en concreto una de las hechiceras se encuentra volando con la cabeza de una compañera entre sus piernas (en el centro de su caminar que diría algún cantante) que cada uno saque sus propias conclusiones pero al aquelarre se llegaba bien entonadas para continuar con la fiesta.

En la izquierda inferior del cuadro vemos como dos brujas custodian y llevan arrastrando a un hombre de mediana edad, fijaros como la bruja más cercana al espectador entrelaza sus brazos a la víctima, efectivamente, el hombre va a ser objeto de sacrificio en el aquelarre donde en ocasiones, cuando todo “se les iba un poco de madre” después de una orgía, se ofrecía un sacrificio masculino.

El cuadro de composición circular aparece envuelto en una misteriosa bruma que consigue magistralmente a través del uso del color, el negro casi azul se mezcla con un gris blanquecino que imprime a la obra una atmósfera salida del mismo reino de Hades. 

Sólo hay una bruja que nos mira fijamente, las demás andan absortas en sus éxtasis sexuales mientras ésta nos lanza una mirada de odio a través de sus ojos demoníacos que logran generar en el espectador una sensación de inquietud y desasosiego, ¿por qué de todas las brujas ésta dirige su atención en mí?.

La bruja más longeva vuela asida a la comitiva que encabeza el grupo y sobre ella el típico arquetipo de gato negro en posición de defensa con el lomo erizado, seguido de un ser cadavérico cuya única carne que conserva se desgarra de sus huesos, manteniendo los globos oculares, generando una mayor sensación de desazón.

En contraste, Falero baila a la perfección la danza etérea de los contrastes, cuerpos bellos y sensuales de sus brujas más jóvenes junto a espantosas criaturas sacadas de las peores pesadillas.

En la obra de Falero las brujas no vuelan solo usando como herramientas sus escobas, algunas lo hacen sobre un macho cabrío o sin más elemento que su magia. ¿A qué se debe ese mito del uso de escobas entonces?

La leyenda que se teje alrededor de brujas volando cabalgando (sí, se perfectamente el término que usó) sobre escobas en realidad tiene sus bases en el siglo XIV, época en la que la investigación de una mujer acusada de brujería llevó a los médicos y científicos de entonces a entender un poco más el verdadero origen de esos mundos de fantasía, encantamientos y (supuestamente) demonios a los que se relacionaban las brujas, sobre todo gracias a la iglesia católica.

A nadie se le escapa que las mujeres a las que la iglesia y las autoridades denominaban brujas, en realidad no eran más que mujeres que experimentaban con plantas medicinales y buscaban significados de la vida y la naturaleza en una época en la que solo los hombres podían perseguir carreras medicinales y la ciencia estas mujeres eran vistas como diabólicas, pecadoras (me apunto a la fiesta).

Debido a que experimentaban con plantas medicinales pudieron descubrir algunos usos peculiares para estas. Por ejemplo, al experimentar con plantas como la mandrágora, el beleño y el hongo que se forma en el centeno pudieron descubrir que algunas plantas venenosas y hongos podían generar un efecto alucinógeno al consumirla en pequeñas cantidades.

Y muchas de estas “brujas” se obsesionaron con estos alucinógenos. La sensación placentera y las visiones que producía el estar bajo este efecto hizo que estas mujeres experimentaron con esta planta de forma frecuente.

El problema es que el ingerir estos alucinógenos tenía efectos secundarios, incluyendo irritación de la piel, náuseas y muchos vómitos. No pasó mucho tiempo en que descubrieran que la mejor forma de obtener el mayor efecto posible y evitar estos efectos secundarios era aplicarlo a la piel en forma de ungüento.

La mejor forma de aplicar dichos ungüentos era en las zonas mucosas de los genitales. El efecto se elevaba al máximo sin producir vómito ni efectos secundarios. El placer venía acompañado de las alucinaciones, y así comenzaron a aplicarlo usando el palo de la escoba para frotarlo en sus áreas íntimas. Y ¿por qué no lo aplicaban con las manos y usaban las escobas? Bueno, hay experiencias que son más divertidas con “juguetes” hoy en día existe un gran mercado dedicado a ello.

Sinceramente, no veo mucha diferencia entre un aquelarre y una “rave” actual. Caras desencajadas, sustancias psicotrópicas, sensación de volar, música por doquier, seres del averno. Tal vez concedamos demasiadas características mágicas a lo que permanece lejano en el tiempo, mientras…

“I put a spell on you because you’re mine

I can’t stand the things that you do

No, no, no I ain’t lyin’

No, I don’t care if you don’t want me

‘Cause I’m your’s, your’s, your’s anyhow

I am your’s, your’s, your’s

I love you, I love you, I love you

I love you I love you!”

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