En Estados Unidos, el speed metal dio lugar a dos nuevos estilos: el power metal, que se centra en la velocidad y la melodía y el thrash metal, que se centra en la potencia y la agresividad.
El thrash metal (thrash significa apalear) surgió a principios de los 80 cuando una serie de bandas incorporaron influencias del punk rock al speed metal, con ritmos y riffs de guitarra igual de rápidos que los del segundo pero más agresivos y cortantes, un aumento de la distorsión, un sonido más potente gracias principalmente al uso del doble pedal o del doble bombo en la batería, solos de guitarra fragmentados y muy veloces, frecuentes cambios de ritmo y voces bastante más agresivas y duras de lo acostumbrado hasta entonces en el metal, aunque sin abandonar del todo las influencias de la NWOBHM. Otra característica musical del género es que casi todos los grupos que lo practican tocan con dos guitarras, lo que aumenta aún más la potencia de su sonido. Así surgió un estilo musical que en aquel entonces era lo más brutal que se había escuchado nunca y que sentó las bases para lo que sería un nuevo tipo de metal conocido como metal extremo, que se divide a su vez en varios géneros.
En lo referente a las letras, se caracterizan por su violencia más o menos explícita y por tratar temas en general desagradables como la muerte, la guerra o la corrupción además de seguir en muchos casos las pautas del punk rock con una temática de denuncia social y política desde un punto de vista anti-sistema.
Su estética suele ser sencilla, alejándose del glamour de las “rock stars” pero también de las estridencias del punk, aunque sobre todo en sus inicios muchos músicos adoptaron complementos que les daban una imagen más agresiva en consonancia con la música y las letras, especialmente el cinturón de balas que ha llegado a convertirse en una especie de emblema del metal extremo.
Aunque en un principio surgió dentro del más estricto underground pronto su inaudita (en aquella época) agresividad conectó de maravilla con los jóvenes occidentales y en muy poco tiempo se extendió por América y Europa y alcanzó gran popularidad, que aumentó todavía más cuando los “bienpensantes” de siempre, horrorizados por semejante violencia sonora y lírica, lo pusieron en su punto de mira.
En América Latina y España también tuvo mucho éxito en los 80 y las primeras bandas aparecieron a mediados de la década, la mayoría cantando en inglés, aunque sobre todo los grupos españoles sufrieron en principio el rechazo de la industria musical y tardaron en poder publicar sus primeros discos. Una vez más, tanto las bandas españolas como las latinoamericanas han seguido las pautas anglosajonas en todos los aspectos, aunque sus letras suelen centrarse más en la denuncia social y política.
En los años 90, al igual que todo el metal en general, se vio desplazado en su popularidad por otros géneros musicales, evolucionando hacia nuevos estilos como el groove metal y el metalcore pero sin desaparecer nunca del todo. Con el nuevo siglo, de la misma forma que otros tipos de metal, ha resurgido como indica la aparición de nuevos grupos por todo el mundo, incluyendo en España y Latinoamérica.