Caronte no acepta criptomonedas – Juan José Hernández Pérez

“Me encontré frente a ella, en ese mismo instante pude comprobar como no era más que un fiel reflejo de nosotros.

Fría, inmisericorde me reclamaba en una letanía el precio de mi “viaje”. Y yo que soy desheredada del vil metal dorado, solo podía abonar con mis buenas acciones, pero la muerte no entiende de bondad, ella no juzga, solo es el vehículo que te conduce a ¡no sé dónde!, no lo sé porque no hallé moneda alguna que comprase mi peaje.

Resulta queridos, que no todos somos iguales para la Parca y su esbirro Caronte no entiende más que de órdenes.

¿Entendéis ahora? No hay descanso para mi alma por ser más pobre que las ratas.

Sabed que el limbo no es lugar de espera para las almas sin bautizar, es el banquillo de los pobres de solemnidad”

(La Contadora de Imágenes)

Esta semana seguimos divagando sobre la muerte. Si bien en la entrada pasada del Soldado y la muerte del pintor Hans Larwin os planteaba a la muerte, mejor dicho, su concepto, como una dulce expiación, la solución final al sufrimiento que nuestro autor pretendía reflejar en el contexto de una contienda bélica. Hoy os hago un planteamiento mucho más cruel y menos esperanzador. Disculpadme este desaliento de hoy, pero al fin y al cabo soy abogada y estoy entrenada para sostener y defender toda clase de argumentos, aunque se opongan radicalmente (algunos dirían que lo que soy es una “tocapelotas”, que ya nos conocemos).

Os confesaré que siento predilección por el discurso de aquellas personas cuyas ideas o planteamientos se salen de la aburrida tónica actual. Este es el caso de Juan José Hernández (en Facebook e Instagram lo encontráis como Juanjo515), pintor español contemporáneo nacido en Mallorca, cuya infancia transcurrió al arrullo del oleaje creando así un vínculo con la luz que transmite de forma magistral en sus obras a pesar de su gusto por las tonalidades frías, azules y grisáceas.

De tener que encuadrarlo en un estilo artístico podríamos ligarlo al impresionismo por la espontaneidad y rapidez en sus pinceladas o el manejo de la luz. Pero cuenta con un elemento distintivo que dota a su obra de carisma, Juan José utiliza la técnica del collage y el manejo de las texturas como hilo conductor para la expresión de las emociones. De hecho, ha dedicado varias series de pinturas precisamente a plasmar sentimientos como la angustia, la soledad, el miedo, la irascibilidad en los retratos y sobre todo en las miradas de los personajes de sus obras, cargadas de una inusitada carga psicológica.

Con tales antecedentes podéis imaginar el choque frontal que supuso para mí situarme ante su obra Caronte no acepta criptomonedas, una visual crítica mordaz al sistema capitalista que se traslada a un tránsito vital tan trascendental para el ser humano como lo es el óbito. En el acrílico (que no óleo, tomo nota) queda plasmada la idea central del autor de forma muy gráfica; vemos un gran cráneo oscurecido al que le faltan algunos dientes que, curiosamente, no han sido sustituidos (tal vez nuestro pobre fallecido no disponía de recursos para ello) y descansando en el interior de la boca abierta reposa una reluciente “criptomoneda”. La frialdad y solemnidad del momento nos llega como un escalofrío gracias al uso magistral del color; blancos emborronados con grises oscuros que subyacen bajo un profundo negro, sobre el fondo podemos observar tonalidades marrones que nos evocan a la tierra que sepulta los huesos. El único color llamativo es el dorado del metal que baña la moneda, la cual por mucho que brille de forma suntuosa no cumplirá cometido alguno.

A estas alturas a nadie se le escapa que Juanjo parte del mito griego de Caronte como idea base sobre la que gira toda su obra. Ya os he hablado en alguna ocasión de nuestro amigo gondolero: es el barquero que lleva las almas de los muertos al Hades, donde serán juzgadas para decidir su lugar de descanso. Los griegos creían que los muertos necesitaban una moneda para pagar a Caronte por sus servicios, así que les ponían una en la boca a los difuntos. Y he aquí que Juanjo se plantea qué ocurre con aquellas almas que son pobres de solemnidad y no pueden pagar su último viaje o incluso en un triple salto mortal con tirabuzón resulte que estando a la vanguardia económica hayan optado por el uso de criptomonedas, pues lamentablemente darlings, según la mitología griega ricos y pobres continúan diferenciándose en la eternidad porque Caronte no regala viajes ni mucho menos acepta criptomonedas (que él es de antiguas costumbres y como mucho permite que se le pague en euros). No le queda otra a nuestro difunto que no pagar y permanecer en el limbo como nos cantan la banda LIONHEART en su mítica Don´t pay the Ferryman:

“It was late at night on the open road,
Speeding like a man on the run,
A lifetime spent preparing for the journey;

He is closer now and the search is on,
Reading from a map in the mind,
Yes there’s the ragged hill,
And there’s the boat on the river.

And when the rain came down,
He heard a wild dog howl,
There were voices in the night – “Don’t do it!”
Voices out of sight – “Don’t do it!
Too many men have failed before,
Whatever you do,

Don’t pay the ferryman,
Don’t even fix a price,
Don’t pay the ferryman,
Until he gets you to the other side;”

In the rolling mist, then he gets on board,
Now there’ll be no turning back,
Beware that hooded old man at the rudder,
And then the lightning flashed, and the thunder roared,
And people calling out his name,
And dancing bones that jabbered and a-moaned
On the water.

And then the ferryman said,
“There is trouble ahead,
So you must pay me now,” – “Don’t do it!”
“You must pay me now,” – “Don’t do it!”
And still that voice came from beyond,
“Whatever you do,

Don’t pay the ferryman,
Don’t even fix a price,
Don’t pay the ferryman,
Until he gets you to the other side;

Don’t pay – the ferryman!”

Entonces ¿la muerte equipara a los hombres? Bueno, si bien la Parca visita a todos por igual independientemente del estatus económico, lo cierto es que no se afronta su abrazo eterno igual pudiendo fallecer en el lecho de tu hogar rodeado de todos los avances tecnológicos que procuren minimizar el dolor que aquel que fallece sin acceso alguno o tan solo a los más mínimos recursos paliativos.

Así que amigo mío, camina siempre por la vida con dos monedas en tu bolsillo. Que no sabemos cuándo nos visitará la muerte y Caronte no negocia quitas ni espera.

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