“Me encontré frente a ella, en ese mismo instante pude comprobar como no era más que un fiel reflejo de nosotros.
Fría, inmisericorde me reclamaba en una letanía el precio de mi “viaje”. Y yo que soy desheredada del vil metal dorado, solo podía abonar con mis buenas acciones, pero la muerte no entiende de bondad, ella no juzga, solo es el vehículo que te conduce a ¡no sé dónde!, no lo sé porque no hallé moneda alguna que comprase mi peaje.
Resulta queridos, que no todos somos iguales para la Parca y su esbirro Caronte no entiende más que de órdenes.
¿Entendéis ahora? No hay descanso para mi alma por ser más pobre que las ratas.
Sabed que el limbo no es lugar de espera para las almas sin bautizar, es el banquillo de los pobres de solemnidad”
(La Contadora de Imágenes)