En el Arte, así como en la vida en general, hay ciertas obras respecto de las cuáles, si desconocemos la historia que las sustenta como un esqueleto, al no contextualizarlas las desvestimos de toda la magia que las alimentan. Es lo que acontece con la obra de Gabriele Münter Casa amarilla con árboles nevados (1909) y que en mi caso, he conocido gracias a una fabulosa página de Facebook 3 minutos de arte, os la recomiendo tanto si queréis adentraros en el mundo del Arte de forma amena y sencilla, como si sentís la necesidad de continuar indagando en tan gratificante materia.
Siendo sinceros, cualquiera que haya visto el cuadro antes de leer la entrada pensará que mi mente está en modo avión con destino hacia alguna playa recóndita. Lo realmente bello de este cuadro es la historia de amor que subyace, la relación entre Kandinsky y Münter y una vez más, el desvanecimiento de una gran artista a través de la bruma de su pareja por el simple hecho de su condición femenina. Y antes de que penséis que La Contadora se ha vuelto loca y anda quemando sujetadores mientras reclama la igualdad de derechos entre artistas independientemente de su sexo y condición (que lo hago. Lo de los derechos, no quemar sujetadores que son muy caros) os paso a contar otra historia digna de película nominada a los Óscar.