Que AVALANCH tiene el «sambenito» de banda controvertida, bien por sus constantes cambios de componentes o porque desde fuera se lo han querido colgar con polémicas sin sentido, es algo que no se le escapa a nadie.
Concretamente, ese ir y venir de músicos le ha terminado beneficiando más que perjudicándoles, ya que todos y cada uno de ellos han ido dejando su impronta, su huella musical, en la historia y la música del grupo.
AVALANCH es en el heavy metal de España lo que es YNGWIE MALMSTEEN en el sueco. Y antes de que nadie se me suba a las barbas y me tache de querer comparar a Rionda con el sueco en lo musical en un pronto de pocas luces (hay que entender bien lo que se lee, que os veo venir), aclararé, para los más susceptibles, que mi comparación va por los derroteros ya comentados de músicos que van y vienen, como creo que es evidente.
Otras supuestas «controversias» relacionadas con la banda residen en la personalidad de su líder, Alberto Rionda, y sus ideales o formas de pensar con respecto a ciertos temas ajenos a la música. Sinceramente, las veces que lo he tratado de cerca y haber hablado con él, siempre me pareció una persona muy educada, coherente en sus ideas y planteamientos, a la vez que cercana. Y digo todo esto porque se le ha tachado de diversas cosas (todas malas) injustamente, sin razón ni motivos de peso. Pienso que Rionda «se ha ganado» esa mala prensa por no alabar ni dar abrazos gratuitamente, por no ser un rockero «típico» ni moldeable, cuya personalidad se compre con la prostituida «hermandad del metal«, y se haya desmarcado siempre de toda la hipocresía existente en ciertos sectores de la escena rockera española.
Dicho esto, que pienso es de justicia y hacía tiempo que quería soltar, paso a comentar lo que me pareció la actuación del grupo en Sevilla el pasado sábado día 3 de mayo.