Crónica: AVALANCH + IRA REGIA (Sala Custom – 03/05/25)

Que AVALANCH tiene el «sambenito» de banda controvertida, bien por sus constantes cambios de componentes o porque desde fuera se lo han querido colgar con polémicas sin sentido, es algo que no se le escapa a nadie.

Concretamente, ese ir y venir de músicos le ha terminado beneficiando más que perjudicándoles, ya que todos y cada uno de ellos han ido dejando su impronta, su huella musical, en la historia y la música del grupo.

AVALANCH es en el heavy metal de España lo que es YNGWIE MALMSTEEN en el sueco. Y antes de que nadie se me suba a las barbas y me tache de querer comparar a Rionda con el sueco en lo musical en un pronto de pocas luces (hay que entender bien lo que se lee, que os veo venir), aclararé, para los más susceptibles, que mi comparación va por los derroteros ya comentados de músicos que van y vienen, como creo que es evidente.

Otras supuestas «controversias» relacionadas con la banda residen en la personalidad de su líder, Alberto Rionda, y sus ideales o formas de pensar con respecto a ciertos temas ajenos a la música. Sinceramente, las veces que lo he tratado de cerca y haber hablado con él, siempre me pareció una persona muy educada, coherente en sus ideas y planteamientos, a la vez que cercana. Y digo todo esto porque se le ha tachado de diversas cosas (todas malas) injustamente, sin razón ni motivos de peso. Pienso que Rionda «se ha ganado» esa mala prensa por no alabar ni dar abrazos gratuitamente, por no ser un rockero «típico» ni moldeable, cuya personalidad se compre con la prostituida «hermandad del metal«, y se haya desmarcado siempre de toda la hipocresía existente en ciertos sectores de la escena rockera española.

Dicho esto, que pienso es de justicia y hacía tiempo que quería soltar, paso a comentar lo que me pareció la actuación del grupo en Sevilla el pasado sábado día 3 de mayo.

Para abrir bocado, abrirían los locales IRA REGIA, con 27 años de historia, para intentar ambientar al personal de cara al grupo principal. Y digo lo de «intentar ambientar» porque, en ocasiones, a pesar de los muchos intentos de algunos, no lo consiguen de ninguna de las maneras. Pero, afortunadamente, este no fue uno de esos casos, y los sevillanos, desde el minuto uno, se empeñaron hasta conseguir que la gente se olvidara, al menos por unos instantes, de quién ocuparía el escenario una hora y pico después.

Su estilo, que está dentro de lo que todos conocemos como heavy power metal de nuevo cuño, pero con ese poso del heavy de los 80 que sus componentes “mamaron” en grandes dosis, es una apuesta bastante segura, ya que esa herencia musical rockera es la que más caló y aún hoy día se mantiene, siendo la misma que sostiene la escena viva en Europa. Basta hacer un repaso por los grandes festivales año tras año para comprobar lo que digo.

Abrieron con Aqueronte, con su letra mitológica al más puro estilo IRON MAIDEN, seguida de Inferno, Hambre, El magnetista o Ars longa, vita brevis (El arte es largo, pero la vida es breve), cita del médico y filósofo Hipócrates, con la cual el grupo se empeña en que nuestro estilo musical siga siendo una fuente inagotable de información y cultura para sus seguidores, destacando en el “haber” de la banda la buena ejecución de los temas (después de todo, y con su experiencia, qué menos…), y en el “debe”, eché en falta un poco más de celeridad a la hora de encarar y encadenar los temas y unos coros algo más currados.

En todo caso, nada importante, en definitiva. Cabe señalar que su batería actual, David Jiménez, no pudo estar para el concierto por motivos laborales y que su puesto lo ocupó Emilio Kanina, sin que se resintiera en absoluto ni la pegada ni el sonido del grupo.

El resto, Manuel Delgado, único miembro original del grupo y que, curiosamente, decía adiós a más de 25 años en sus filas esa noche, Germán Repetto (voz), Manu Garrido (guitarra) y Juan Vilches (bajo), estuvieron a un gran nivel, como viene siendo habitual en ellos en los últimos años en los que más estabilidad han mantenido.

Tras una pausa lógica por motivos técnicos y logísticos, los asturianos AVALANCH aparecían en escena. Manuel Ramil a los teclados y, obviamente, el padre del proyecto, Alberto Rionda, se mantienen en la formación con las incorporaciones de José Pardial a la voz, Nando Campos al bajo y Bjorn Mendizábal a la batería. Buena puesta en escena con pantallas laterales de lona con motivos del grupo y otra que cubría casi la totalidad de la trasera del escenario, donde se irían proyectando durante toda la noche video singles e imágenes de diversa índole y relacionadas con los temas interpretados en cada momento.

La expectación era enorme por motivos evidentes. Hacía año y medio, aproximadamente, que no venían a Sevilla, pero con la nueva formación esa expectativa se multiplicaba. Tras una intro, abrían el concierto con Horizonte eterno, del disco El dilema de los dioses. Un ejercicio de cualidades y precisión para Pardial, que debe emplearse a fondo desde el primer minuto sobre las tablas. El siguiente tema se titula igual que ese disco, editado en 2025, con el que baja las revoluciones de la sala para subirlas de nuevo con Lilith y elevarlas al punto máximo de emoción con Delirios de grandeza, incluida en su día en aquel magnífico El ángel caído. Xana nos encoge el pecho, pues es uno de los himnos favoritos de sus fans (y no tan fans), con el que son capaces de captar la atención del más distraído en una sala con unos 450 espectadores.

Tras La flor en el hielo, incluida en El secreto, de 2019, y que en su día saliera publicada con la voz del gran Isra Ramos, aparece en escena Ramón Lage, que, para mí, junto con su predecesor en el grupo, Víctor García, es uno de los cantantes metaleros de este país más personales y con un sello personal único, para regalarnos el temazo Niño, que, unido a Te he vuelto a recordar, Lucero y Mil motivos, pone la sala patas arriba. Y es que Lage, en mi opinión, ha crecido muchísimo vocalmente, años después de salir de la banda, algo que lleva demostrándonos en cada actuación.

Tengo que confesar que hay conciertos en los que me dejo llevar tanto que dejo de tomar notas o simplemente mi atención se distrae de lo global y me imbuyo en ciertos detalles por unos minutos, haciendo que posiblemente me pierda detalles. Todo esto viene a colación porque creo que fue en este momento de la actuación, con Aún respiro, cuando Lage y Pardial unen sus voces, aumentando así la expectación general.

Santa Bárbara, en la que Rionda se luce a solas, precede a Alborada, y con Vientos del Sur, en el que Pardial se explaya mostrando toda su técnica vocal, la sala vuelve a rugir emocionalmente ante el que quizás sea uno de los mejores temas de AVALANCH.

Ya con Lage y Pardial juntos en escena, suena Otra vida, a las dos voces, y con Baal, un temazo en lo melódico y complejísimo de cantar por las constantes modulaciones de voz de José, encaran la recta final con el póker formado por Pies de barro, Alas de cristal, la trallera Lágrimas negras y la muy celebrada Torquemada, mientras me pregunto si alguno de los componentes tendría conocimiento de que, a unos 6 km de allí, se situaba el castillo de San Jorge, en el barrio de Triana, en el que el famoso y temido inquisidor hizo de las suyas.

El colofón a una noche especial, en esta gira de 30 aniversario, creo que fue del gusto de la mayoría, y porque, además, cuando se termina un concierto tan arriba y sabes que es el último tema, se te queda una cara de satisfacción que te dura hasta el día siguiente. No recuerdo las veces que he visto a AVALANCH en vivo, pero sí puedo decir, por mi experiencia, que son una banda de garantías. Siempre he salido de todas sus actuaciones satisfecho por lo visto, escuchado y vivido, y eso muy pocas bandas pueden presumirlo. Avalancha de sensaciones en una noche redonda, algo que se repite, por fortuna, desde hace aproximadamente 30 años.

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