Jamás pensé que mis mejores pesadillas se harían realidad. Aún se me hace raro el hecho de haber presenciado conciertos de heavy metal en plena pandemia… Más por no ser el ambiente más adecuado, o eso me decían en mi lugar de trabajo. Casi atado a mi consulta “A2” del Centro de Salud donde trabajo como Enfermero de Urgencias y Emergencias, me llegó la noticia de un próximo festival en Torreperogil (Jaén). – ¿Esto es serio? – la eluden en el AVE, la abandonan en la economía, la tachan de inexistente… ¿Hay cultura en Jaén? ¡Ostia puta! ¡Y yo que pensaba que sólo la miraban por los olivares infinitos y el mejor aceite del mundo! Dejaré el racismo territorial para otro momento más adecuado.
Volviendo a mis orígenes, los pacientes se me sucedían en la consulta; uno detrás de otro, enlazando un bucle infinito de curas, inyecciones, gestiones, sondajes, educación domiciliaria, guardias salvajes… Y vacunas, ¡por supuesto! Pfizer, Moderna, AstraZeneca, Janssen, la insistencia de la gente, la planificación de dosis… Pacientes con PCR positiva, negocios y autónomos al borde del colapso, la pobre actuación gubernamental y yo estaba ahí, arruinando vidas mediante aislamientos, pruebas diagnósticas y malas noticias por doquier. – ¿No te cansa todo esto, Alberto? – Mi querido director médico, a quien debo más devoción y respeto que a mí mismo, es imposible cansarse de la profesión sanitaria cuando hay motivaciones y objetivos a cumplir; pocos e importantes en mi caso.