Crónica: El Ginetarock 2025 – inquebrantable

A finales de septiembre, una marea negra recorre las calles de un pequeño pueblo a medio camino entre La Roda y Albacete. La marea se expande y contrae con el pulso que marcan los conciertos que se alternan en los dos escenarios habilitados en La Gineta para albergar a una legión de heavies ávidos del mejor metal nacional e internacional. Un festival que ha ido creciendo poco a poco y al que le llega el momento de dar otro estirón en vista de los resultados de este año.

El pasado sábado tuvo lugar la XVII edición del festival Ginetarock, un evento que ya se ha consolidado como uno de los más potentes de España y que este año colgó el cartel de “no hay billetes”, con un aforo completo de 3000 almas que vibraron al son de las bandas reunidas en el recinto del Salón Municipal de La Gineta.

A la hora estipulada, HEADON iniciaba su set con un recinto ya bastante lleno, diría que incluso con más gente que en los momentos cumbre de las ediciones anteriores. La banda murciana se encuentra presentando su último trabajo, Éxodo (2023), disco que ocupó buena parte del setlist.

Ha pasado tiempo desde que vi a HEADON en Málaga en 2019, y hay que reconocer que la banda ha seguido creciendo. Hoy se encuentra entre los nombres que más suenan en el panorama nacional, formando parte de carteles de festivales prestigiosos como el Leyendas del Rock o el Karma Fest.

La banda está en un momento dulce, como lo demostró a lo largo de su show, ocupando las tablas a la perfección y mostrando una gran capacidad para interactuar con el público, que le devolvió toda la energía en forma de aplausos y gritos.

Como comenté anteriormente, Éxodo estuvo muy presente, con Máscara, Canto de sirena o Libérate, sin olvidar la participación de Isra Ramos en Constantine, aportando en directo la misma intensidad que en la versión de estudio en la que colaboró. También participó Kat Montz en Fuego, dejando un gran sabor de boca. La despedida con Fiesta pagana fue apoteósica, con todo el público coreando el tema.

HEADON sigue creciendo y ya ha ratificado que es una de las bandas más consistentes en directo a día de hoy.

No sabía qué esperar de la banda albaceteña FREQUENCY, y tengo que reconocer que fue una sorpresa. FREQUENCY demostró que estaba allí por mérito propio, no solo para cubrir el hueco de una banda local.

Su directo fue arrollador, sin tregua en ningún momento del set. Con un sonido a caballo entre el metalcore y el death metal melódico, FREQUENCY dio un recital de principio a fin con temas contundentes y explosivos.

Su vocalista fue quizás el más combativo del día: pasó gran parte del concierto entre el público, cantando y mezclándose en los moshpits. Su camiseta sudada no engañaba: se dejó la piel en La Gineta.

FREQUENCY presentó su último EP, A Path to Reveal, al completo, y tras semejante demostración se ha ganado el derecho a que le dedique más de una escucha. Sobresaliente.

En una tarde de alto voltaje emocional, la banda alemana APRIL ART, encabezada por la magnética Lisa-Marie Watz, ofreció un concierto demoledor ante un recinto lleno como pocas veces habíamos visto en los cuatro años que llevamos disfrutando del Ginetarock para The Metal Family. Vestidos en rojo intenso, un color que no solo combinaba con la melena de su vocalista, sino que también evocaba pasión, fuerza y peligro, los miembros del grupo dejaron claro desde el primer minuto que su propuesta va más allá del sonido: es una experiencia total llena de rabia y movimiento.

El directo fue una descarga de potencia bien medida, con una base rítmica implacable, guitarras afiladas y una frontwoman que lo dio todo sobre el escenario. Lisa-Marie brilló con una mezcla de carisma, fuerza vocal y entrega que conectó de inmediato con un público absolutamente entregado. Momentos estelares, como la bajada de Lisa-Marie entre el público, desataron la euforia colectiva y reafirmaron el carácter casi ritual de la actuación.

Visual y sonoramente cohesionados, APRIL ART ofreció un espectáculo que no dejó espacio para la indiferencia. Con una estética potente y un sonido que equilibra agresividad y melodía, la banda confirmó no solo su madurez artística, sino también su lugar como una de las propuestas más sólidas y emocionantes del rock alternativo europeo actual.

Llegado este momento, tengo que confesar mi satisfacción al ver bandas con componentes femeninas, que tanto escasean en los festivales de todos los estilos y tanta falta hacen para que los referentes funcionen como imán para futuras generaciones. La banda alemana LEAGUE OF DISTORTION, liderada por la carismática Anna «Ace» Brunner, ofreció un show que fue mucho más que un concierto: se convirtió en una auténtica metamorfosis en vivo. Desde el primer tema, el grupo desplegó una energía arrolladora, con un sonido que mezcla lo industrial, lo melódico y lo contundente, creando una atmósfera densa y vibrante que atrapó al público desde el primer riff.

El protagonismo de Anna fue total. Dueña absoluta del escenario, su voz poderosa y versátil —capaz de pasar de la agresividad gutural a la melodía más seductora— se combinó con una presencia escénica magnética. Uno de los elementos más llamativos de la noche fueron sus cambios de look: desde un atuendo futurista y metálico hasta otro más oscuro y gótico. Capas y atrezzo diverso reforzaban el carácter camaleónico de la banda, convirtiendo cada bloque del concierto en una nueva narrativa.

LEAGUE OF DISTORTION no se limita a tocar: construye un universo visual y sonoro donde todo está al servicio del impacto emocional. Entre luces intensas, bases electrónicas agresivas y una ejecución impecable, dejaron claro que lo suyo es el espectáculo total. Anna Brunner no solo canta: hipnotiza, arde, se reinventa y salpica su actuación de palabras y frases en español, llevando al público de la mano por un viaje intenso y vibrante que dejó a todos con ganas de más.

CELTIAN hizo vibrar el escenario del Ginetarock con su folk metal cargado de melodías celtas y fuerza épica. Desde los primeros acordes, el público se sumergió en un viaje musical que combinaba tradición y metal, con luces que evocaban paisajes de bosques y leyendas ancestrales, creando un ambiente mágico y envolvente en el recinto del festival.

La banda presentó un repertorio que recorrió sus temas más emblemáticos, alternando momentos de intensidad con otros más melódicos, donde la flauta, el violín y las guitarras eléctricas se entrelazaban de manera impecable. El público coreó con entusiasmo cada canción, mostrando la conexión especial que CELTIAN mantiene con sus seguidores y la fuerza de su propuesta musical.

La interpretación de CELTIAN destacó por su precisión y pasión. La voz de Xana transmitió fuerza y claridad, mientras que las flautas de Diego y el violín de Txus aportaron un toque auténtico y emotivo. La iluminación y las proyecciones reforzaron la sensación de estar viviendo un espectáculo inmersivo, casi cinematográfico, que transportaba al público a otra época.

CELTIAN consiguió que el público del Ginetarock se pusiera de pie. La banda ya no necesita demostrar por qué es uno de los máximos exponentes de la escena folk metal nacional, dejando una noche inolvidable que unió técnica, pasión y teatralidad en un espectáculo lleno de magia y energía.

Los abanderados del power metal español, DÜNEDAIN, ofrecieron un concierto enérgico y emotivo que reafirmó por qué siguen siendo una de las bandas más sólidas del género en nuestro país. Con una entrega total y un sonido contundente, el grupo convirtió su actuación en una celebración del metal en castellano, donde cada riff, cada solo y cada estribillo coreado por el público resonaron con fuerza en el recinto. Impresiona ver cómo cada vez más gente se sabe sus canciones de principio a fin.

La dupla vocal, tan característica del grupo, brilló con intensidad: la potencia y presencia escénica de Tony Delgado, combinada con la voz melódica y carismática de Carlos Sanz —al que vimos con muletas antes de empezar el show, pero que se desenvolvió con soltura durante el mismo— lograron una química perfecta que mantuvo al público conectado de principio a fin. No faltaron los grandes himnos del repertorio como Vuela, Corazón de invierno o el aclamado Unidos, esos temas que mezclan fuerza y emoción con letras cargadas de lucha, honor y esperanza, que el público coreó con el puño en alto y el corazón entregado. También hubo tiempo para presentar en directo los dos adelantos de su próximo trabajo: Fénix y La misma canción, que tuvieron la misma recepción por parte del público que sus clásicos.

DÜNEDAIN demostró una vez más que el metal hecho en casa puede mirar de tú a tú a cualquier escena internacional. Con un directo sólido, sonido impecable y una actitud sincera, la banda conquistó a sus fieles y ganó nuevos seguidores en una noche en la que el orgullo por el metal nacional estuvo más vivo que nunca.

A nivel personal, tengo que decir que en DÜNEDAIN he encontrado un lugar de cercanía emocional con mi pareja: un puñado de estribillos que cantamos a voz en grito intentando desafinar lo menos posible y un repertorio que nos acompaña en los mejores viajes. Eso, más allá de su actuación y su solvencia como banda, les otorga un lugar especial en nuestro corazón de metal, convirtiendo sus actuaciones en una experiencia que nos traspasa más allá de la crónica y las imágenes con las que intentamos llevar a los lectores un pedacito de la emoción que sentimos en cada festival que contamos.

Los finlandeses STRATOVARIUS, tras desplegar su parafernalia escénica sobre las tablas, ofrecieron una actuación magistral que combinó la precisión técnica con la emoción que solo los grandes del power metal son capaces de transmitir. Con décadas de historia a sus espaldas, la banda demostró que sigue en plena forma, entregando un concierto impecable donde virtuosismo y pasión se dieron la mano en cada tema.

Timo Kotipelto, con su voz intacta y su carisma habitual, lideró al grupo con solvencia, conectando con un público que no dejó de corear himnos como Hunting High and Low, Black Diamond o Eagleheart. A su lado, Jens Johansson desató auténticas tormentas desde los teclados, y el resto de la banda ofreció una lección de precisión y elegancia escénica, sin perder en ningún momento la fuerza que caracteriza a su directo.

STRATOVARIUS no necesita artificios para brillar: su legado, su sonido inconfundible y su capacidad para emocionar con melodías épicas y letras atemporales hablan por sí solos. Su concierto fue un repaso vibrante a una trayectoria impecable, dejando claro que el trono del power metal sinfónico sigue siendo, en buena parte, suyo.

Como viene siendo tradición, el paso de VHÄLDEMAR estuvo acompañado de un viento de locura en cada rincón que pisaron. La banda, liderada por Pedro J. y Carlos, está en su mejor momento y lo demuestra con un derroche de energía que solo ellos mismos pueden entregar.

Hay bandas técnicas, bandas melódicas y otras más elaboradas; y después está VHÄLDEMAR, que a golpe de punteos y riffs se mete al público en el bolsillo. Carlos, como es costumbre, interactuó de manera muy personal con la gente: visceral, entregado, dispuesto en cada momento a cantar, abrazar o incluso subirse a la barra.

El setlist mezcló clásicos como The Old Man o Metalizar con algunos temas de su último disco, como Heavy Metal. Como es habitual, Howling at the Moon se convirtió en un momento de colaboraciones, con El Piruli —ya un clásico de las actuaciones de VHÄLDEMAR en el Ginetarock— y en esta ocasión también Aitor, exvocalista de HITTEN, lo que regaló un gran momento.

La actuación supo a poco, muy poco. VHÄLDEMAR tenía cuerda para rato, pero los festivales son así: muchas bandas y poco tiempo. Como siempre, estoy a la espera de la siguiente oportunidad de ver a VHÄLDEMAR, la banda que redefine el heavy metal.

Los gaditanos SAUROM volvieron a conquistar la Gineta con un concierto lleno de fantasía, emoción y ese inconfundible sello que mezcla folk, rock y metal con lirismo y cercanía. Siguen inmersos en la presentación de El principito, su último trabajo, una obra conceptual que han sabido llevar al directo con una sensibilidad especial, conectando profundamente con el público a través de música, palabra e imagen.

La banda, liderada por el siempre expresivo Miguel Ángel Franco, ofreció un viaje musical donde no faltaron los momentos festivos, los pasajes íntimos y las canciones coreadas como himnos. Uno de los grandes atractivos de la noche fueron las colaboraciones especiales: Elisabeth Amoedo aportó delicadeza y belleza vocal en los temas más emocionales, mientras que Isra Ramos sumó fuerza, dramatismo y calidad vocal en los que intervino, logrando una combinación perfecta con la esencia de SAUROM.

Con una puesta en escena cuidada, en la que se alternaban proyecciones y momentos musicales, y un público completamente entregado, SAUROM volvió a demostrar que es mucho más que una banda de folk metal: es un proyecto artístico completo que emociona, divierte y deja huella. El principito no solo fue el centro del repertorio, sino también la excusa perfecta para recordar que la música puede ser, como el clásico literario, un puente entre el alma y la imaginación.

Al terminar SAUROM decidimos retirarnos, ya que nuestros cuerpos no daban más de sí tras el gran derroche de energía de cada una de las bandas, que nos hicieron disfrutar del mejor metal en muchas de sus variantes.

El Ginetarock ha ganado su apuesta con un gran cartel y una aún más grande respuesta del público. El sold out es un triunfo, pero si el festival quiere seguir creciendo se abren varias incógnitas: entre ellas, el recinto, que estuvo muy apretado para tanta gente, y el escenario cubierto, que colapsó durante algunas actuaciones. No dudo que los organizadores sabrán tomar la decisión más adecuada para el futuro del festival.

Ya hay fecha para la próxima edición: el 26 de septiembre de 2026. Y ya contamos los días para volver a vivirlo.

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