Crónica: ÑU 40 años dando “Fuego” – concierto aniversario. Sala Conchita Amores, Parla, Madrid. 02/12/2023

El pasado dos de diciembre, la legendaria banda de rock ÑU, celebraba el 40 aniversario de su álbum Fuego, considerado uno de los discos más icónicos de su trayectoria. El evento fue un concierto especial, donde la sala Conchita Amores, de Parla, en Madrid, se vistió de gala para la gran fiesta del rock. El grupo liderado por el carismático José Carlos Molina, repasó cada una de las canciones del disco, así como interpretó sus ya míticos clásicos.

Se acercaba, ya la hora de apertura de puertas, en la calle y en los bares de alrededores se respiraba ambiente de concierto, la gente con sus mejores galas, cazadoras de cuero, chalecos llenos de parches, mallas y muchas melenas. Todos listos para empezar a entrar y comenzar la fiesta. Ya dentro, de una sala, llena de gente con ganas de disfrutar de la música de ÑU, me dispuse a coger sitio para no perder ningún momento del espectáculo. Lucifer, fue la encargada de abrir la noche, perteneciente al disco que se homenajea. El hombre de fuego, Los caballeros de hierro y Fuego, a dúo con un mini invitado de trapo, una marioneta del flautista, sonaron para disfrute del público. La máquina del tiempo estaba encendida, trasladándonos cuarenta años atrás.

Momento especial con la aparición en el escenario, de la violinista Sara Ember, donde con un José Carlos Molina, a los teclados, interpretaron magistralmente Flor de metal, para después continuar el concierto con La bailarina, que personalmente es una canción que me gustó bastante. Y después de tempos más posados, volvió la garra, con Manicomio, sirviendo de entrada para presentar al resto de la banda, todos ellos grandes músicos, y de amplia trayectoria, que suelen acompañar al genial flautista. Juanmi Rodríguez, encargado de las armonías a través del órgano, Oscar Pérez, a la batería, dando intensidad y pegada a las canciones, en el bajo, y aportando la base rítmica, tenemos a Cesar Sánchez, y el gran Manolo Arias, mostrando maestría a las seis cuerdas, aportando una sucesión de riffs impresionantes.

También hubo tiempo para demostrar que aún sigue habiendo vida, y musicalmente nos desplazamos hasta la Plaza de Legazpi, para disfrutar de una muestra de su último trabajo Yo estoy vivo.

Pero la máquina del tiempo seguía en marcha, y en la parte final del viaje, volveríamos a escuchar sus clásicos, como El flautista, No hay ningún loco. Tocaba correr, y disfrutar cantando el estribillo de La granja del Loco. Emotiva fue la interpretación en Una copa para un viejo amigo con la colaboración de Diego Sánchez al saxofón. La canción sirvió para recordar a todos esos amigos que no pudieron estar esa noche, y más allá. Para mí, especialmente, tengo que quedarme con la interpretación de El tren, pues cuanto más la escucho, más me gusta. Se acercaba la hora del cierre, aproximadamente hacia las once y media de la noche, aun la gente se resistía a marcharse, en el último minuto, con José Carlos Molina, de vuelta a los teclados, nos regaló una magnífica interpretación de Ella, un homenaje a la música, que sirvió de agradecimiento a toda esa gente, que se desplazó a la sala Conchita Amores esa noche.

He de reconocer, que cuando me desperté la mañana del sábado, no pensé que el día acabaría disfrutando de un gran concierto de una de las bandas pioneras del rock duro español. Eso demuestra que a veces, los mejores planes son los que surgen al instante y de improviso. Demostrando que sabemos dónde empieza el viaje, pero no el destino final. Y que aún seguimos muy vivos.

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