La hija pródiga regresa de su encierro literario como lo hace un adolescente de madrugada; abriendo la puerta con sumo cuidado para “no molestar” a los que dormitan.
En esta ocasión lo hago por una razón de peso: lo hago para hablaros de amor. Tranquilos, a estas alturas ya sabéis que no soporto la “ñoñez” pero todos en alguna vez hemos sentido un cosquilleo al recibir un mensaje, si nos ha escapado una risa nerviosa de entre los dientes y hemos soltado alguna lagrima de madrugada por muy heavies y duros que seamos.