El deseo y el erotismo de María Magdalena – Francesco Hayez, Goshka Datzov, Francesco Furini y Caravaggio

Una mujer que no ha dado luz a sus hijos puede volverse la madre de los ángeles. Tal era la compañera del Hijo: María Magdalena. Él la amaba más que a todos los discípulos y la besaba a menudo en su boca. El resto de los discípulos, viéndole, amando a María, Le dijeron: «¿Por qué la amas más que a todos nosotros?» Contestando, Él les dijo: «¿Por qué no les amo como a ella?» (Evangelio de Felipe)

Las religiones en general y la católica en particular siempre me han parecido que adolecen de cierta bipolaridad. En el caso de San Sebastián, ya os conté en una entrada que emanaba cierto aroma homosexual, con su pose decadente, su caída de pelvis atado al mástil, su cuerpo hercúleo, pero hay una figura femenina de la que apenas se habla (pictóricamente) y por la que siento verdadera predilección: María Magdalena. Sí, si pudiera me iba de copas con Lilith y María Magdalena, os aseguro que quemábamos las calles.

Poco se conoce de María Magdalena, básicamente que era una pecadora, una prostituta a la que Jesús amó en su infinita misericordia perdonando todos sus errores pasados gracias a su arrepentimiento. Sinceramente, esta interpretación que hace la Iglesia siempre me ha parecido un poco “naif”, ojalá pudiera arrepentirme de todos mis errores, acostarme y al día siguiente amanecer reseteada. Además, nunca he entendido esa manía de esconder el deseo, la pasión y el amor cuando son emociones intrínsecas a nuestra naturaleza humana.

María Magdalena es un personaje femenino que danza entre la penitencia, el deseo y el erotismo en una continua lucha de poder emocional. Su trayectoria vital se mueve entre la dicotomía, por un lado es una mujer fiel y devota que aspira a la pureza del espíritu y por otro, sus movimientos, su cuerpo, su actitud prende en deseo y destila erotismo. María magdalena se maneja a la perfección entre la penitencia, es la abnegada discípula que llora la muerte de su Mesías y al mismo tiempo, sufre, pena por los pecados (¿?) de la carne que le son atribuidos (no está claro que fuera una prostituta o una infiel pero que anduvo por el lado oscuro no ofrece duda). De hecho, en las obras de arte en las que se le representa habitualmente la veremos semidesnuda.

La Magdalena representa a la mujer de carne y hueso, la que peca y aun así es perdonada gracias al amor que le profesa Jesús (que por muy puritanos que nos pongamos sentía algo más fuerte que con Pablo y claro, de ahí los celos entre discípulos).

Puede que nos cueste pensar en una obra pictórica de temática religiosa y que ésta sea pura sensualidad, carnalidad y erotismo, pero en eso es experta La Contadora. Así, en obras como La Magdalena penitente de Francesco Hayez, La Magdalena luce completamente desnuda, no observa al espectador, pero se sabe observada, y de cierta forma deseada, pero ese deseo le es irrelevante, su mente vaga por otro lugar, tal vez soportando el tedioso peso de los pecados de los que ha sido acusada y que en realidad nunca ha cometido.

Otra obra que nos muestra la imagen de La Magdalena erotizada y en una posición que podría denominarse como pornográfica es María Magdalena penitente, de Francesco Furini. En esta imagen, es el cuerpo de la mujer insinuante el principal detonador de la lujuria sagrada, Magdalena es casi envuelta en un orgasmo divino al recordar a su Señor; los labios entreabiertos y la posición de sus manos hacen que no solo ella, sino el espectador de la obra sufra emociones prohibidas. El realismo permite al artista retratar detalladamente el cuerpo deseado, de modo que al espectador le resulta difícil saber si la fascinación de la obra se debe a la piedad de la santa a sus atributos físicos.

La desnudez de las imágenes de María Magdalena penitente desencadenó una polémica en el mundo del arte y entre los críticos más moralistas, se llegó a acusar a los pintores de profanar los valores de pudor y penitencia por medio de estas imágenes, pues se consideraban valores necesarios como símbolo para representar a una mujer que formó parte tan especial dentro de la historia sagrada.

No obstante, si de erotismo y pasión hablamos en relación con La Magdalena resulta imprescindible mencionar a la pintura de Goshka Datzov, El sueño de María Magdalena. En esta obra mujer yace delante del hombre, recibiendo toda la satisfacción en su cuerpo. Acostumbrados a verla representada como patrona de las mujeres arrepentidas, sumisa a la mirada de juicio, esta obra creada en 1914 nos sitúa ante una realidad diferente; existe en ella una complicidad de sexos que se refuerza con la pincelada fuerte y los tonos fríos, este no es un seceso bíblico, es más bien un cuadro captado en el interior de la cotidianidad donde los personajes son solamente mortales que se entregan a sus pasiones, de hecho si os fijáis más detenidamente en éste óleo sobre tela ambos cuerpos parecen danzar sobre los acordes de Dark Lady de SCORPIONS:

“Sitting alone in the doghouse
Thinking of you all the time
Sighing, crying
Sitting alone in the doghouse
Thinking of you all the time
Sighing, crying

Dark lady
Sitting alone by my window
Counting the stars of the night
Waiting, hating
Sitting alone by my window
Counting the stars of the night
Waiting, hating

Dark lady
Sitting and watching the sunrise
Darkness is filling my eyes
Sighing, crying
Sitting and watching the sunrise
Darkness is filling my eyes
Sighing, crying”

Al mostrar parte de su sexualidad y de su erotismo no hace más que conmocionar al espectador, de cierta manera se da a desear; pero esto representa una falta, pues se desea mediante la imagen planteada a la mujer que pertenece al hijo; una manera deliberada de pintarla para hacerla más mortal y portadora de pecado. En las obras pictóricas su cuerpo es un expositor y al mismo tiempo está expuesto. El límite se ofrece como una ofrenda de un cuerpo femenino, entregado sin que se le pida, pero justamente para que se le implore.

Mención especial merecen aquellas obras que representan a María Magdalena en éxtasis, mi preferida es Magdalena en éxtasis de Caravaggio y lo es porque su postura, su expresión recuerda al éxtasis de Santa Teresa de Bernini. Esa sensación de explosión carnal y pasional. La obra de Caravaggio presenta una imagen de la Magdalena extasiada, joven y bella y se reclina hacia atrás abriendo la boca y sin poder controlar su estado. El fondo neutro y oscuro hace que resalte la encarnación blanquecina de la santa que parece fundirse con la camisa blanca y se contrapone a la túnica rojiza y con grandes pliegues de la parte inferior. Sus manos se ciñen bajo su pecho haciendo que resalte su vientre, un vientre abultado que nos recuerda al de una mujer embarazada.

Tal vez, toda la dicotomía expuesta en torno al personaje de la Magdalena quedaría reducido a la mínima expresión si pensamos en ella como lo que fue; una mujer. Contenedor y contenido de deseo, carnalidad y pasión. Capaz de sentir el más inmenso amor y devoción, así como fundirse en un éxtasis físico que no es otra cosa que el sexo con la persona amada.

“Felipe, querido hermano, Magdalena contiene en su boca el misterio del cosmos y aun así me sabe a mar, a pan. Guarda entre sus manos el calor del amor más tierno y bajo su vientre el fuego del deseo. Solo en su alma encuentro perdón y pasión ¡Cómo no besarla en la boca! Si en cada encuentro muero y renazco.” (La Contadora de Imágenes)

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