“El donante feliz” – René Magritte

Con la entrada de hoy me siento como el personaje que interpretaba mi “crush” de la adolescencia; Eduardo Noriega en la película Cha-cha-chá dirigida en 1998 por Antonio del Real. Os pongo en situación, su personaje quiere ligar con una chica y para parecer interesante y atraerla finge que a él le gustan las películas japonesas en versión original, así que le invita al cine y obviamente, se muere del tedio. Pues en mi caso, os voy a hablar del surrealismo belga ¡toma ya! No obstante, me aplico la eximente de intentar hacerlo de forma amena.

Hoy os traigo este enigmático cuadro de René Magritte al cual denominó El donante feliz y lo normal es que os preguntéis que tiene que ver el título con el cuadro, pues aquí está “la madre del cordero” el cachondo de René decía que sus obras no ofrecían respuestas sino más interrogantes.

He tenido la oportunidad de estar en presencia de esta obra, en la actualidad se encuentra en una exposición temporal en el Museo Thyssen de Málaga (por cierto, en dicho museo hay un cuadro de la Baronesa al mas puro estilo Barbie Malibú, es como si hubiesen estampado un chicle Boomer en el cuadro) al estar a escasos centímetros de la obra si os puedo garantizar que posee cierto magnetismo, de ello es la cabeza de cartel de la exposición y el motivo que me empujó a visitarla. Todo en ella es chocante, estrafalario e inquietante, pero encuentra de forma mágica el camino para transmitir serenidad y belleza. Particularmente pienso que ese efecto “diazepam” lo consigue el paisaje nocturno que escapa de la figura directo a nuestro campo de visión.

Magritte encabeza el listado de los pintores surrealistas más reconocidos, nuestro autor belga trascendió gracias a un estilo peculiar y frío, distante e intencionadamente objetivo. René se caracteriza por jugar con la ambivalencia del lenguaje pictórico y lingüístico, que se plasma en algunas de sus obras más relevantes, como Esto no es una pipa (1928) o Esto no es una manzana (1964). En la última fase de su vida, pinta sus últimas obras. El donante feliz es una de ellas, realizada apenas un año antes de su fallecimiento.

Os lo adelanto, no os voy a resolver el enigma porque ni el propio Magritte lo hace, opino que le gustaba exponer sus obras como un espejo en el que se reflejaban preguntas que tan solo el espectador puede responder. Me gusta pensar que son como una terapia en la que el psicólogo deja que te explayes con alguna pregunta para reconducirte hasta que das tú solo con el origen del problema.

La composición del cuadro es plana, no ofrece mucha complejidad. Una esfera, una silueta y una casa en la penumbra de un paraje lejano.

Si nos lanzamos de lleno sobre el elemento extraño, claramente un paraje con una casa en la penumbra puedo pensar que representa en el origen y refugio, el inicio de la vida en un hogar que te mantiene a salvo de la oscuridad que habita en el exterior. El hecho de que la figura de forma ambivalente lo integre desde lo mas profundo de su ser y a la vez, lo contemple en la letanía me hace pensar en que se trata del propio autor sintiéndose cerca del fin. Damos por hecho que la vivienda está habitada porque intuimos luz en su interior, pero ¿y si tan solo es la luz de un caserón posterior que se refleja? Tal vez acontezca como aquella canción de PINK FLOYD, Nobody Home y el autor observe desgarrado como a pesar del transcurrir de la vida nunca consiguió llenar su propio hogar:

“I’ve got a little black book with my poems in.
Got a bag with a toothbrush and a comb in.
When I’m a good dog, they sometimes throw me a bone in.
I got elastic bands keepin my shoes on.
Got those swollen hand blues.
Got thirteen channels of shit on the t.v. to choose from.
I’ve got electric light.
And I’ve got second sight.
And amazing powers of observation.
And that is how I know
When I try to get through
On the telephone to you
There’ll be nobody home.
I’ve got the obligatory hendrix perm.
And the inevitable pinhole burns
All down the front of my favorite satin shirt.
I’ve got nicotine stains on my fingers.
I’ve got a silver spoon on a chain.
I’ve got a grand piano to prop up my mortal remains.
I’ve got wild staring eyes.
And I’ve got a strong urge to fly.
But I got nowhere to fly to.
Ooooh, babe when I pick up the phone
There’s still nobody home.
I’ve got a pair of gohills boots
And I got fading roots.”

Pero, ¿qué simboliza la esfera? Este elemento perfecto lo podemos interpretar como la rueda de la vida que toca sus dos extremos cumpliendo un ciclo.

Al igual que el muro de bloques constituye una barrera temporal entre la vuelta al origen y el presente. Es lo que nos hace pensar en un acto tan humano como lo es el anhelar, al final de la vida anhelamos nuestra infancia cuando siendo ingenuos todo lo podíamos todo era posible porque de alguna forma, éramos libres.

Magritte jugó a las incógnitas con su obra como si de un juego infantil se tratase, una rayuela interpretativa a modo de autoanálisis psicológico del espectador porque dependiendo de la etapa que atravesemos, cada uno de nosotros descubrirá interpretaciones diferentes ante la misma imagen. Tal vez Magritte nos donó su ultimo pensamiento y de ahí tan enigmático título.

¿Y vuestra casa? ¿Está llena?

“… En la letanía que me ofrece la edad, mi mermada memoria me arrastra a un hogar que se abre paso entre claros oscuros. Todo a su alrededor permanece inmóvil y frío pero en el interior del hogar, en mi alma, arde la lumbre de mis vivencias. Prenden en ella las mujeres que amé, las que no tuve el valor de querer, compañeros, amigos, desconocidos que me rondan como un carrusel.

Quiero acercarme y abrazar a mis padres que se encuentran en su interior, pero no puedo, esta barrera de tiempo me hace ser consciente que ellos no están en su interior, que el único que permanece… soy yo”.

La Contadora de Imágenes

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