El pecado original – Miguel Ángel Buonarrotti

Si existe un tema consustancial al ser humano y su devenir en este extraño mundo es la desnudez y el sexo. Un simple ejemplo, si comienzo mi exposición diciendo que os voy hablar sobre la representación de escenas bíblicas en el techo de la denominada Capilla Sixtina (ojo darlings, tener la oportunidad de visitarla es un regalo a los sentidos aunque necesites un bono para el fisioterapeuta después), pues, al menos os apasione el arte, pensaréis que se trata de un anodino artículo más. Pero La Contadora  explora y revela la sensualidad en el arte, por lo tanto, os voy a relatar la tendencia del gran Miguel Ángel a pintar desnudos masculinos y escenas de alto contenido erótico (muy sibilinamente) aunque se trate de temática religiosa. Y si, Miguel Ángel Buonarrotti es otro de los artistas que formarían parte de mi pandilla de salidas, excesos y absenta.

Si existe un tema consustancial al ser humano y su devenir en este extraño mundo es la desnudez y el sexo. Un simple ejemplo, si comienzo mi exposición diciendo que os voy hablar sobre la representación de escenas bíblicas en el techo de la denominada Capilla Sixtina (ojo darlings, tener la oportunidad de visitarla es un regalo a los sentidos aunque necesites un bono para el fisioterapeuta después), pues, al menos os apasione el arte, pensaréis que se trata de un anodino artículo más. Pero La Contadora  explora y revela la sensualidad en el arte, por lo tanto, os voy a relatar la tendencia del gran Miguel Ángel a pintar desnudos masculinos y escenas de alto contenido erótico (muy sibilinamente) aunque se trate de temática religiosa. Y si, Miguel Ángel Buonarrotti es otro de los artistas que formarían parte de mi pandilla de salidas, excesos y absenta.

Disculpad, cuando hablo tiendo a irme por las ramas y divago alargando mi historia, si me permitís pongo un poco de música que ambiente mi exposición, con la temática de hoy creo que no puede ser otra canción que El jardín del Edén del grupo SERPENGORIA y cantada por Noëmi Regil (ANIMA AETERNA):

“Aprendiste a caminar

Ahora excluye tus pecados

La inocencia y la maldad

Un ser perfecto he creado

La manzana comerás

El veneno putrefacto

Tus arterias dañarán

Soy el dios que te ha engañado…”

Nos situamos en el año 1512 cuando el papa Julio II inaugura el techo de la Capilla Sixtina, obra que encargó a Miguel Ángel. Así, dispuesto a 20 metros del suelo y a lo largo de 40 metros, se representan episodios del Antiguo Testamento con 336 figuras. Y no cualquier tipo de figuras: músculos, espaldas, nalgas, dedos. La filosofía neoplatónica de la época permite que convivan la temática cristiana y el desnudo bajo el aval del Papa.

A estas alturas a nadie le sorprende que a nuestro querido artista le encantase la provocación (cada vez me cae mejor) y prefería las escenas que le facilitasen exaltar la anatomía, las mismas son potentes, escultóricas y muy masculinas. Me detengo brevemente aquí haciendo memoria de las palabras de mi profesora de historia del arte: Gema, seamos claros, Miguel Ángel Buonarrotti lera homosexual, no había nada que le gustara más que un hombre desnudo y nada le repugnaba más que  la figura femenina. Hasta para esculpir o pintar a sus mujeres utilizaba modelos masculinos, véase por ejemplo a Eva (nadie puede decir que sea el arquetipo de la femineidad). Es más, en otra entrada de La Contadora os relataré la bonita historia de amor de nuestro artista con un joven que le llevo a escribir bellísimos poemas.

Una de las escenas más celebres de la Capilla Sixtina lo conforma el pecado de Adán y Eva, que gira en torno a la toma de conciencia de la desnudez tras haber mordido la fruta prohibida (vamos que siendo los dos únicos seres humanos en el Edén se dedicaban a hacer collarcitos de flores y pasear, please darlings).

El fresco se divide en un antes y un después, marcados en el centro por el árbol del pecado.

A la siniestra, aparecen Adán y Eva sumergidos en el encanto de Satanás. Eva es la que hace contacto directo con el demonio que además de tener cuerpo de mujer, se transforma de los muslos hacia abajo en una víbora. Observemos nuevamente la escena y en concreto la altura a la que se encuentra situada la cabeza de Eva cuando se vuelve a mirar a la “tentación”, aleja la mirada de los genitales de Adán, que se encuentran a la altura y a escasos centímetros de su cabeza, a eso me refiero cuando hacía mención a que no estarían haciendo collarcitos en el Edén (muy sibilino querido Miguel).

Pero, un momento, creo recordar que el fruto prohibido era una manzana y lo que yo veo en el fresco es ¡un higo!. El florentino se tomó ciertas licencias artísticas a pesar de las convicciones o convenciones católicas que imperaban en aquel momento y todavía hoy.

Miguel Ángel no pintó un manzano sino una higuera. Esta reinterpretación bíblica casi se podría considerar un sacrilegio si no fuese que el capítulo 3 del Génesis no puntualiza en ningún momento la especie del árbol frutal. En cambio, tras consumar el pecado, el versículo séptimo afirma lo siguiente: “En ese momento, se les abrieron los ojos, y de pronto sintieron vergüenza por su desnudez. Entonces cosieron hojas de higuera para cubrirse”.

Pero en ese caso por qué nos empeñamos en hablar de manzanas ¿se trata de una estrategia publicitaria ante el exceso de dicha fruta y la escasa demanda de higos? La respuesta como siempre, subyace en un juego de palabras. En latín, malum significa manzana pero también puede designar el mal. Y cuando san Jerónimo tradujo la Biblia del hebreo y del griego en su famosa versión oficial de las Sagradas Escrituras llamada la Vulgata, utilizó este término para referirse al árbol del bien y del mal. La asociación del frutal con el manzano no tardó en llegar y se popularizó de tal manera que la manzana pasó a imponerse como el fruto del pecado original. Curiosamente existe la costumbre popular de denominar con dicho nombre frutal a la vulva de la mujer, si nos ponemos muy al estilo Dan Brown ¿será ese el verdadero pecado original?.

A mayor abundamiento, Miguel Ángel aún fue más allá en sus interpretaciones bíblicas y optó por pintar a Adán cogiendo él mismo el fruto prohibido, exculpando así a la mujer como responsable de su pecado.

A la derecha, aparecen nuevamente Adán y Eva pero ya siendo expulsados del paraíso por un ángel que los juzga por haber desobedecido. Con un cuchillo los amenaza en el cuello por haber traicionado a Dios, y ambos mantienen un lenguaje corporal sumiso y asustadizo, tras haber cometido el error, están avergonzados y esconden la cara. Eran nuevos en esto de la desnudez y no se les ocurría taparse los genitales, claro.

Ciertamente, un gran sector de la Iglesia pensó que la Capilla Sixtina, más que un templo parecía un burdel con tanto atributo al aire. Se rumorea que Miguel Ángel frecuentaba las stufa, baños públicos donde a menudo se ejercía la prostitución y de sus vivencias obtenía la inspiración.

En resumen, para Miguel Ángel Buonarrotti en el origen de la vida, en el jardín del Edén todos iban desnudos, estaban muy bien tonificados y no sólo se dedicaban a la contemplación de la vida ¡menuda sorpresa!.

“En el jardín del edén han abierto ya sus puertas, ya puedes acceder

La entrada por un ser

De aspecto extraño, y escamas en su piel”

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