Cuenta la leyenda que se teje alrededor de esta obra de Enrique Simonet, que cuando en el año 1890 finalizó esta pintura al óleo, materializó su desdicha y el despecho que aún le latía al haber sido abandonado por la mujer de su vida, así utilizó su rostro, su rojiza melena y la blancura de su cuerpo para inmortalizarla como un cadáver, al cual se le ha extraído el corazón mientras el médico piensa perplejo ¡y tenía corazón!
Ésta es una de las hipótesis que danzan en la bruma del tiempo. Sinceramente, no me extrañaría que fuera cierta ¿quién no ha querido vengarse de su ex pareja? y con resultados tan estéticos.
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