“La autopsia” – Enrique Simonet – ¡Y tenía corazón!

Cuenta la leyenda que se teje alrededor de esta obra de Enrique Simonet, que cuando en el año 1890 finalizó esta pintura al óleo, materializó su desdicha y el despecho que aún le latía al haber sido abandonado por la mujer de su vida, así utilizó su rostro, su rojiza melena y la blancura de su cuerpo para inmortalizarla como un cadáver, al cual se le ha extraído el corazón mientras el médico piensa perplejo ¡y tenía corazón!

Ésta es una de las hipótesis que danzan en la bruma del tiempo. Sinceramente, no me extrañaría que fuera cierta ¿quién no ha querido vengarse de su ex pareja? y con resultados tan estéticos.

¡Y tenía corazón!, también conocido como Anatomía del corazón o La autopsia, es un cuadro realizado por Enrique Simonet con unas dimensiones de 177 x 291 centímetros. Enrique Simonet pinta la obra durante su estancia en Roma, donde  cursaría sus estudios de pintura entre 1888 y 1892 en la Academia Española de Bellas Artes de Roma. La autopsia viajaría posteriormente, al Museo de Arte Moderno (hoy extinto y unificado al Museo del Prado), siendo cedida el 13 de febrero de 1931 al Museo de Bellas Artes de Málaga, actual Museo de Málaga, donde hoy día puedes empaparte de su  contundente presencia.

El cuadro representa a un forense realizando una autopsia a una mujer que yace sobre una mesa. Supuestamente, el cadáver de la obra sería una prostituta, cuyos cuerpos solían utilizarse para el estudio anatómico, los médicos hacían uso de los cuerpos encontrados en el río Tíber.

Llama poderosamente la atención el pelo rojizo que se desliza sinuoso sobre la camilla, no es de extrañar el uso de dicho color, siempre se ha asociado el cabello rojo a la lujuria, al pecado y al descontrol de las emociones, una meretriz con el cabello color fuego es el sumun del simbolismo.

Además, independientemente de la frialdad, lo lóbrego de la escena podemos intuir pequeños detalles erotizantes. Sé lo que estáis pensando, no tengo freno, hablo de escenas lésbicas, una vulva en primer plano, zoofilia y ahora ¡por Dios!, pero no voy por ahí (hoy no), la sensualidad emerge en muy variadas ocasiones y lugares y este cuadro no es una excepción: la disposición del cabello del cadáver como se despliega sinuoso como el cuerpo de una mujer, la blancura de su tez, hay quien siente excitación ante la palidez pues se adivina cómo quedará marcado el cuerpo al aferrarse fuertemente a él o morderlo. La posición del cadáver con las piernas abiertas, los brazos caídos rendida ante la vida y el infortunio ya no puede aferrarse con uñas y dientes, no existe resistencia. La muerte ha jugado su partida dejando un bello cuerpo indefenso, me evoca a las estrofas de aquella canción de SYMPHONY X, Serpents Kiss:

“… Forgotten and betrayed

Rotting and decayed

Left to wither – without a voice

Left to slither – without a choice”

Resulta bárbara la metáfora del forense que agarra con su mano el corazón. Por un lado, si atendemos a la leyenda del amor imposible, Simonet habría dibujado su propia victoria, ahora sí que tiene en su poder el corazón de su amada (si, muy literal, pero cuando uno anda despechado todo es muy tremendo). En otro caso, si optó por representar la autopsia de una prostituta, bueno, que el cuadro también se denomine ¡Y tenía corazón! Deja poco a la imaginación, Simonet, querido, hoy en día te cerraban Twitter de un plumazo por presentar esta obra, la cual dicho sea me parece grandiosa.

Se habla, se rumorea que la figura de mismo fue inspirado por un mendigo que el propio Simonet se encontró por la calle, cosa que solía hacer.

Destaca por sus contrastes lumínicos, resaltando directamente la luz en la piel pálida de la mujer y el blanco paño que la envuelve en contraposición a la oscura pared neutra del fondo. Dicho contraste lumínico rompe con la ventana que arroja a bocanadas la luz filtrada por las botellas de colores transparentes que descansan en el alfeizar.

Consigue dotar de carácter lóbrego mediante la contraposición del escorzo de la mujer en horizontal junto al del médico en vertical, las frías herramientas que lucen impolutas en la mesilla junto al cadáver así como el reflejo cristalino del agua en el lebrillo en segundo plano nos advierten de los útiles que son y su futuro uso sobre el cuerpo.

Generalmente, al hacer uso de una técnica tan realista se ha encasillado a esta pintura dentro del realismo social, aunque ciertamente, debe etiquetarse dentro de la corriente cientifista que dominó el siglo XIX. Como ya he comentado anteriormente, Simonet estudiaba pensionado en Roma y con carácter anual debía remitir en pago una obra de gran formato, ésta la mandó en su tercer año y si bien su intención pudiera ser reflejar un tema puramente cientifista, en Málaga, que nos hemos criado entre leyendas de bandoleros y grandes pasiones, se le cambió el nombre por ¡Y tenía corazón!. Justificándolo o bien en el amor no correspondido (esa es mi favorita) o en otra distinta que habla de una actriz que se suicidó por desamor, sea como fuere, pasiones pulsiones, muerte, luz, oscuridad, belleza son sobrados atributos para levantarte del sillón y arrastrarte al Museo de Málaga y emborracharte de él mientras en tu mente resuena:

“…Crucifier – spitting fire

Say your little empty prayers

This empire – growing higher

To this spite I swear

Sharp tongue severs – like a razor

swimming in a sea of rage

Vindicators – masqueraders

all the world’s my stage.”

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