Siempre he pensado que la sensualidad y el erotismo provienen de la mirada y no del contexto o la imagen en sí. Hay quienes no conciben la sensualidad si no observan un desnudo frontal y otros, en cambio, sabrán apreciar toda la carga erógena que desprende una espalda desnuda, las sensaciones que puede generar el recorrido pausado de la columna vertebral se encuentran al mismo nivel que la erogenización de los pezones.
Lo anterior me evoca al famoso cuadro de Velázquez; La Venus del espejo, desconocemos con certeza cuando se pintó, algunos expertos apuntan que fue con anterioridad a su segundo viaje a Italia (1649-1651), pero la preparación de la obra no da pistas sobre ello; a su regreso a España el artista no trabajó para nadie que no fuera el rey, y esta obra no está hecha para él.