Las ilustraciones de Vincent Aubrey Beardsley para “Lisistrata” (1896)

Sin lugar a duda me siento profundamente atraída – como un imán- por aquellas personas osadas y provocadoras. No es una pose, de hecho, en más de una ocasión genera incomodidades, pero tiene que tratarse de una especie de fetichismo, creedme cuando os digo que resulta orgásmica la estupefacción del otro cuando le sitúas frente a pulsiones naturales como el sexo o el deseo como si de un espejo se tratase. Partiendo de estos principios, me entenderéis cuando pensé en hacer un salto mortal con triple tirabuzón queriendo habrá de la comedia clásica Lisistrata del controvertido Aristófanes (un cachondo, ya os lo digo) y el inigualable, el osado e irónico “discípulo del diablo”, es decir, Vincent Aubrey Beardsley.

Aubrey fue el ilustrador editorial más grandioso del siglo XIX, poseía un don para plasmar el deseo. Sus mordaces obras eran calificadas de obscenas, de hecho, las reproducciones de las mismas eran incautadas por la policía hasta que en 1966 una exposición antológica sobre su trabajo abrió los ojos del mundo. Poseía un estilo modernista, basado en la naturaleza, con formas orgánicas y un gran decorativismo. Al ver sus ilustraciones no podréis evitar rememorar a Alfons Mucha, pero en el caso de Vincent, éste uso mucho la tinta (blanco y negro) y en su obra se aprecia una gran influencia del grabado japonés.

Nuestro interesante artista fue un niño prodigio (gran amigo de Oscar Wilde), enfermo de tuberculosis, apasionado de la música y los libros, cuya pluma no escribía, si no desbordaba ácida ironía, fascinaba con su capacidad crítica e incisiva. Murió joven, con tan sólo 25 años, tal vez sea verdad aquella frase de que los grandes artistas dejan un joven cadáver.

Si bien es cierto que Aubrey se paseaba sin pudor por las más variadas temáticas: religiosa, mitológica, histórica, caricatura, hay un factor común de enlace en todas ellas. Si, queridos, sus obras se revisten de una fuerte carga erótica. Si nos detenemos por instante y observamos la obra de Vincent, nos percataremos fácilmente de su tendencia al sentido del humor del que hacía gala en sus trabajos. Le gustaba introducir elementos «impropios» y desviar su atención de ellos, así por ejemplo en la ilustración que realizó para Salomé de su querido O. Wilde, en la que la reina Herodías aparece en escena, nuestro ilustrador había dibujado claramente los genitales del sirviente. En cuanto el editor vio esta ilustración se apresuró a pedirle a Beardsley que los tapara con una hoja de higuera. Así lo hizo, pero dejó un reguero de insinuaciones eróticas que por la obra, desde los candelabros con forma de prepucio o la notable erección que el extraño ser con cabeza de feto sufría ante los encantos de Herodías.

No os sorprenderá que no fuera otro ilustrador sino él, el que dibujara la maravillosa comedia de Aristófanes Lisístrata y es que, que otra cosa sino el sexo para traer la paz a un pueblo. No, no, no me he vuelto loca ni pertenezco a una secta de tintes setenteros que practican extraños ritos iniciáticos en un rancho de Texas.

Lisístrata (en griego Λυσιστράτη “la que disuelve el ejército”) es una famosa comedia de Aristófanes, comediógrafo de la Grecia Clásica. El autor protestó con frecuencia contra la guerra. En sus obras LisístrataLos acarnienses y La paz defendió las soluciones pacíficas contra los demagogos que impulsaban al pueblo a la guerra. En Lisístrata plantea la huelga sexual de las mujeres.

Y es que señores, nunca un cierre de piernas fue tan productivo. La obra fue representada por primera vez en el año 411 A.C. y escenifica el hastío de las mujeres griegas que, cansadas de ver cómo sus maridos partían a la batalla y de engendrar hijos para que murieran en el eterno conflicto griego, tomaron una drástica decisión que cambiaría el curso de la guerra: una huelga sexual, porque sinceramente, el “aguante” podría ser una categoría olímpica femenina.

Pero no todo quedó en una simple huelga ni todo camino de abstinencia es pacífico y placentero. No contentas con tan severa privación, las mujeres tomaron la acrópolis símbolo de poder y lugar sagrado con función defensiva donde además se almacenaba el oro necesario para impulsar las guerras de los hombres (adoro la picardía femenina).

Lisístrata, junto a sus compañeras Cleonice, Mirrina y Conciliación, desafiaron al poder establecido y defendieron soluciones pacíficas frente a los demagogos que empujaban al pueblo a una eterna guerra fratricida.

Decididas a privar a los hombres de su despótico gobierno sobre la sociedad, las huelguistas se enfrentaron a las iras del consejo de sabios de la ciudad representados por el coro de ancianos, que rodearon la acrópolis en un intento de recuperar su poder acusándolas de profanar lugar sagrado.

Obviamente, a pesar de la fuerte determinación de las mujeres la carne es débil y el cuerpo clama frente al deseo. éstas se mantuvieron unidas en su protesta, pero la abstinencia forzosa comenzaba a flaquear. Tened en cuenta el sacrificio mayor que suponía para las meretrices que verían mermados sus ingresos (no solo te devoran las ganas sino también la flaqueza económica) y alguna mujer comenzó a hacer ojitos a sus esclavas.

No hace falta una gran labor de empatía para suponer como estarían pasando los días los pobres griegos ante la cabezonería de las mujeres. Me los imagino en el campo de batalla borrachos de vino y cantando juntos esa ilustrativa canción del grupo LOS DE MARRAS Sexo en la calle:

“… Quiero cabalgar sobre tu lomo
Quiero que te anudes a mi cuello y te lo como
Perderemos los papeles follando en ascensores
En el patio de un colegio o en techo de mi coche
Brindaremos un orgasmo a la gente que nos mira
Que nos grita, nos crítica y en el fondo lo que pasa, es
Que se mueren de envidia

Sexo en la calle o en cualquier jardín
Quiero que sepan como estoy por ti
Vicios prohibidos en cualquier rincón
Orgasmos salvajes follando a piñón

Quiero que me ates a tu cama
Quiero que me arañes hasta que sangre mi alma
Rompernos nuestros cuerpos a golpes de lascivia
Follaremos en el metro saldremos en las noticias
Pensaran que estamos locos que no somos humanos
Si lo nuestro es puro vicio, solo sexo una locura
Tú te estas mojando toda y a mi
Se me está poniendo dura”

Y tanto cantar, tanto acordarse de su señora esposa, buscándose en la noche para encontrar un cierre por bandera, los hombres sucumben ante el deseo y dolor de ciertas partes genitales. Es entonces cuando el personaje de Conciliación escenifica la firma de una paz entre las dos polis griegas motivada por la prolongada abstinencia a la que fueron sometidos los hombres, razón de peso en opinión de los varones para deponer las armas y dedicarse cual hippies a hacer el amor y no la guerra.

Y por lo que respecta a los dibujos de Beardsley ciertamente, no fueron entendidos por la crítica ni por el público. Eran demasiado provocativos, sensuales, perversos sin llegar a ser lo suficientemente explícitos como para censurarlos. Incluso en sus ilustraciones más contenidas la formas y los rasgos de sus figuras nos remiten a un mundo un tanto obsceno. Mentes cerradas, rechinadientes impostados que se escandalizaban en público mientras en la intimidad de sus habitaciones susurraban a sus parejas: Quiero que me ates a tu cama, quiero que me arañes hasta que sangre mi alma, rompernos nuestros cuerpos a golpe de lascivia.

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