Sin lugar a duda me siento profundamente atraída – como un imán- por aquellas personas osadas y provocadoras. No es una pose, de hecho, en más de una ocasión genera incomodidades, pero tiene que tratarse de una especie de fetichismo, creedme cuando os digo que resulta orgásmica la estupefacción del otro cuando le sitúas frente a pulsiones naturales como el sexo o el deseo como si de un espejo se tratase. Partiendo de estos principios, me entenderéis cuando pensé en hacer un salto mortal con triple tirabuzón queriendo habrá de la comedia clásica Lisistrata del controvertido Aristófanes (un cachondo, ya os lo digo) y el inigualable, el osado e irónico “discípulo del diablo”, es decir, Vincent Aubrey Beardsley.