“Leda y el Cisne” cuando la mitlogía es una carta en blanco para el sexo

Hubo una época no muy remota en la que para poder plasmar el acto sexual en obras pictóricas requería de gran maestría no solo con el uso del pincel sino de la imaginación y por qué negarlo; echarle cara al asunto. 

Ah, pero si hay un artista carismático capaz de sortear la alargada y siniestra mano de la censura eclesiástica, es era Paolo Veronese (Verona, 1528 – Venecia, 1588) y lo deja patente en muchas obras suyas, mi preferida es Leda y el Cisne.

Podría parecer que voy pasada de revoluciones y voy a hablar de zoofilia (no lo descarto en otras entradas) pero el tema en cuestión es mucho más sutil.

Vamos a situarnos en contexto, nuestro cañero artista en 1573 recibió un encargo para pintar un gran lienzo con el tema de La Última Cena. Su trabajo le llevó ante el tribunal de la Inquisición, quienes en sus disparatadas elucubraciones pensaron que Veronese reflejaba el tema religioso con una excesiva libertad que rozaba la irreverencia pues representó a San Pablo repartiendo los alimentos y pintó un loro junto a Jesucristo, ¡qué descaro!. Veronés se defendió y excusó comentando que había añadido personajes, animales y otros elementos en dicho cuadro por exigencias creativas.

Éste pequeño conflicto con la Inquisición le empujó al pintor a evolucionar en su vejez hacia una pintura de tipo más reflexivo, menos decorativo, optando por la temática mitológica destinada a exhibirse en palacios y colecciones privadas. Ello le permitía no sólo no tener que dar explicaciones sino le dotaba de libertad para hacer, representar, pintar lo que deseara y la libertad para un artista resulta orgásmica, adictiva. Con la obra Leda y el Cisne, Veronese “se pega un buen chute” de ella.

El mito de Leda y el cisne proviene de un pasaje de La Metamorfosis de Ovidio. Mientras Leda, esposa del rey de Esparta Tindáreo, se bañaba en un estanque cercano al río Eurotas, fue seducida y poseída por un cisne de resplandeciente blancura que argüía ser perseguido por un águila. Ese cisne era Júpiter (los dioses ya sabemos que eran muy dados a la promiscuidad y se las ingeniaban para conseguir su cometido, vamos, Leda ya se podía dar por seducida), que con este engaño conquistó a Leda sin levantar sospechas. Como esa misma noche yació con su esposo, más tarde dio a luz dos huevos. En uno de ellos estaban Helena y Pólux (hijos de Zeus y por tanto inmortales), y en el otro Cástor y Clitemnestra (mortales, hijos del rey espartano). 

Veronese aprendió de los grandes venecianos, Tintoretto y Tiziano, así como los pintores de Emilia, como Parmigianino. Su estilo se caracteriza por el lujo, la arquitectura clásica que enmarca sus escenas, su tratamiento del color se anticipa a la pintura francesa del siglo XIX, destacando en la reproducción y sugerencia del brillo y textura de las telas. Así, en nuestra obra en cuestión se sirve para mostrar su genialidad en el trabajo del color un decorado limitado a un gran cortinaje teatral en rojo intenso sobre el que se sitúa  los cuerpos de ambos amantes. El sexo tiene lugar de espaldas, sobre mullidos cojines (parece ser que Paolo era de gustos tradicionales y optaba por la postura del “el misionero”).

Como me gusta hacer siempre para entonar el relato, paro un momento para poner un poco de música que nos ayude a imaginar esa escena de gemidos y graznidos (los cisnes graznan, dependiendo del acto con mayor o menor intensidad). Disculpad que sea tan abrupta, estoy buscando una canción de  WITHIN TEMPTATION… aquí está: What have you done.

“ … I, I’ve been waiting for someone like you

But now you are slipping away

(What have you done now?)

Oh why, why does fate make us suffer

There’s a curse between us, between me and you…” 

Si no os entonáis, no tenéis alma darlings

“….What have you done! What have you done!

What have you done! What have you done!

What have you done now! …”

Volvamos al cuadro, el cisne con sus alas extendidas agarra lujuriosamente la carne blanquecina de su amante con una pata firme. Mantiene la mirada encendida, pasional, clavada en la sinuosidad de la reina Leda. Ella, rubia y exuberante, engalanada con joyas y un delicado peinado (uso simbólico de su estatus real) le succiona sensual el pico de forma apasionada, a la vez que atrae vigorosamente hacia sí el contramuslo del ave. Sobra decir que Veronese usa La metamorfosis como carta blanca para plasmar todo un deleite sexual.

Algo similar hizo Tintoretto cuando pintó a Dánae encerrada en su habitación siendo “visitada” por Júpiter (alias “sugar daddy”) transformado en lluvia de oro (que no, lluvia dorada). La escena es toda una amalgama de cama, sábanas arrugadas, desnudez y sexo cayendo en forma de monedas de oro que se deslizan por el muslo interior y el pubis de Dánae, la criada, como si estuviera viendo descodificado Canal + (aquellos tiempos) se mantiene extasiada ante tal escena.

En conclusión, podrán reprimir, censurar, intentar callar bocas y cerrar ojos pero el ser humano siempre se valdrá de argucias para desatar sus pasiones. Porque los sentimientos, las pulsiones inherentes a la naturaleza humana no pueden mantenerse ocultas siempre.

Compartir:

Deja un comentario

COPYRIGHT © 2020 | THE METAL FAMILY | ALL RIGHTS RESERVED | JKG DESIGN
A %d blogueros les gusta esto: