Lilith – John Collier

Esta semana vamos a sumergirnos en la historia urdida tras un personaje mitológico, origen de las denominadas “mujeres fatales”.

Lo sé, habéis visto el cuadro y lo primero que ha pasado por vuestra mente es que no concuerda el título con una obra que representa a Eva, bueno ello se debe a que vamos a introducirnos de lleno en la leyenda y si bien voy hablar de uno de los amores de Adán, no va a ser Eva, sino su primera mujer (oh, my God!) y no es que Adán fuera el primer divorciado de la historia, es que el “señor” tenía ideas un poco machistas y carecía de herramientas para satisfacer a todos los niveles a su primera mujer: Lilith y en estas que reclamó a Yahvé una fémina más… sumisa.

Para relataros las virtudes de esta mujer sin igual, podía haber vuelto mi mirada a muchas obras que la han reflejado (curiosamente en casi todas ellas es pelirroja), pero personalmente opino que la obra de Collier desborda sensualidad y misticismo (más de uno habrá suspirado imaginándose reptil).

Antes de iniciar nuestro viaje por tan sugerente cuadro os relato la historia de Lilith y por qué apenas se escucha hablar de ella, de dónde surge esa necesidad de borrar su nombre de la faz de la tierra e incluso hay quienes hablan de ella como la serpiente que tentó a Eva.

El origen de la leyenda que presenta a Lilith como primera mujer de Adán, se encuentra en la interpretación rabínica del Génesis: «Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó” (Biblia, 1992, Gén. 1: 27). Según el mito hebreo, Dios creó a Lilith del mismo polvo que a Adán, aunque utilizó además sedimento. “Adán y Lilith nunca hallaron armonía juntos, pues cuando él deseaba yacer con ella, Lilith se sentía ofendida por la postura reclinada que él exigía. ‘¿Por qué he de yacer yo debajo de ti? — preguntaba— Yo también fui hecha con polvo y, por tanto, soy tu igual.’ Como Adán trató de obligarla a obedecer (seguramente también le dijo: tranquila, no te pongas nerviosa), Lilith pronunció el nombre mágico de Dios, se elevó por los aires y lo abandonó.” (Graves y Patai, 1986: 79). Vamos, que la pobre Lilith tan sólo deseaba disfrutar al igual que Adán y no le satisfacía la idea de ser un “jarrón” en medio del Edén y se exaltó un poco la chiquilla.

En esta interpretación la mayor afrenta es que Lilith se atreve a invocar el verdadero nombre de Dios, innombrable en toda la tradición judía, por considerar que el “Nombre Verdadero” de cualquier ser contiene las características de lo nombrado; y por lo tanto, es posible conocer su esencia y adquirirse poder sobre ello (uy, alguien sintió peligrar su reino).

Pronunciar el nombre de Dios se convierte, en un acto de soberbia. Mientras el pusilánime de Adán en plena rabieta de frustración se quejó al Altísimo, quien envió tres ángeles a buscarla. Éstos la encontraron en el Mar Rojo y le ordenaron que regresara, a lo que ella se negó. A partir de entonces Lilith se convirtió en un caudal de males para el hombre.

Tras este episodio, Lilith aparece como pareja del demonio Samael, en El Zohar se dice: “A la hembra de Samael se le llama ‘serpiente’, ‘mujer de prostitución’, ‘el final de toda carne’, ‘el final de los días’” (Anónimo, 1994: 96). Además, en la discusión con estos tres ángeles se adjudicó el derecho sobre los recién nacidos: “…ella vuela y atraviesa el mundo para encontrar niños que deban ser castigados (por los pecados de sus padres); les sonríe y los mata.

Otra de las atrocidades de Lilith, consiste en que se apropia del semen que no fue vaciado de manera decente, es decir, del semen de las masturbaciones y de los sueños eróticos, y se embaraza con él, por ello siempre está pariendo espíritus malignos (y todas estas perlas porque la mujer quería dejarse de tanta postura sexual tradicional y ser la que marcase el ritmo). Por último, también cuentan las leyendas de viejos que Lilith seduce a los hombres incautos: “Ella se llena de adornos, como una abominable prostituta, y espera en las esquinas de calles y avenidas para atraer a los hombres. Cuando un tonto se le acerca lo abraza y lo besa, y mezcla su vino con veneno de serpiente para él. Cuando él ha bebido se desvía hacia ella, y cuando ella ve que él se ha desviado del camino de la verdad se quita todos los adornos que se había puesto por este tonto (y le muestra su verdadero rostro: el de la muerte).

Después de nuestro viaje por las barbaridades que se cuentan de nuestra dulce amiga (que hablen bien o mal, pero que hablen, nena) es fácil reconocer a Lilith en la obra de Collier, quien fue el primer artista del siglo XIX que se permitió tan abierta y tentadoramente retratar al personaje.

La Lilith de nuestro autor es de una sensualidad arrolladora, al peinarse, se muestra reservada y tentadora, es la encarnación de la pasión y la lujuria. En las palabras de la obra “Fausto” de Goethe encontramos la descripción idónea de la obra que tratamos:

“Lilith desnuda se cepilla en medio del jardín del Edén y la mira abrazada y deslizándose sobre su cuerpo de serpiente. Él envuelve su pierna derecha, agarra tus caderas y se eleva hacia el rostro de una mujer que sostiene su pesado torso. El cabello dorado cae a lo largo del cuerpo, lo que hace que la imagen sea aún más atractiva. Lilith mira amorosa y gentilmente a la serpiente, como si supiera que no era una amenaza para ella”.

La obra de Collier se basa en el contraste del oscuro jardín del Edén, cubierto de densos verdes sombríos, el exuberante y lustroso cabello dorado ondulado de Lilith. La serpiente ondulante, suave oscura y brillante se desliza sigilosa por el cuerpo de Lilith cubriendo los genitales, acaricia a Lilith sin embargo muestra su aguijón amenazante, dispuesto a inocular su veneno. El cuerpo blanco helado de la mujer hace de contraste envolviéndola en un halo de misterio de óleos y pinceladas.

La serpiente es uno de los símbolos más antiguos, con una interpretación sorprendentemente amplia. Pero el simbolismo cristiano da que los reptiles tienen una gama más estrecha de valores: el engaño, la sabiduría y la caída. Es la serpiente la razón por la cual la humanidad perdió su Edén.

En este cuadro la imagen de Lilith se vuelve simple y clara. Esta es la fuente del mal, la astucia y la tentación. Pero si volvemos nuestra mirada a Oriente y su culto a la mujer-madre, la serpiente adquiere un significado diferente. Es símbolo de la diosa de la fertilidad y del amor carnal Ishtar, también envuelve la vara de la diosa de la Tierra. La serpiente es la encarnación de las cualidades femeninas, un signo de fertilidad, el agua como fuente de vida y, finalmente, el símbolo fálico.

Mirando a esta Lilith, podemos suponer que Collier ha creado una forma única de diosa cabalística Afrodita, que fue incluida en la cultura europea contemporánea, haciendo del personaje contradictorio de la mitología judía, una mujer seductora y el epítome de la pasión, prácticamente la intuimos reencarnada en las estrofas de la canción Lujuria de MURO:

“…Y la noche pasó
Mejor no pudo ser
En mi habitación
Mi lujuria se fue
No dejó dirección
No la volveré a ver

Ooohhh Ohhh Ohhh Ohhh
Ooohhh Ohhh Ohhh Ohhh

En mi habitación
Llenos de satisfacción
Quiero volverla a ver
Y disfrutar otra vez”

El mito de Lilith nos sirva para reflexionar sobre la atracción a las erróneamente, llamadas mujeres fatales, ésta no se sustenta solo en el físico. Es la erótica de la dominación, el hecho de pensar que puedes corregir y moldear esa montaña rusa de ideales y descaro que prodiga sin sonrojarse. Porque Lilith representa todo lo que el ser humano desea y no es capaz de cumplir.

Ella sucumbe al pecado, camina descalza hacia la vereda prohibida y regresa henchida de conocimiento, con arañazos y magulladuras, hablándote de aventuras, de caídas, de hostias y amores, de sexo, de rebeldía. La crees sumisa si lo desea, pero sabes que, si intentas cercenar su libertad, se levantará y nuevamente, con los pies agrietados y sangrando, marchará hacia nuevas hazañas, otros lugares donde ser sin que la posean.

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