“Retrato de Carmen Bastián” – Mariano Fortuny Marsal

Es habitual observar un cuadro y que directamente nuestra mente nos traslade a su autor incluyendo vida y milagros, pero en alguna ocasión ¿os habéis preguntado quién es el personaje que aparece entre pinceladas? Os aseguro que en muchas ocasiones ese modelo oculta una historia mucho más apasionante que la obra en sí.

Esa misma idea es la que subyace en este cuadro del gran Fortuny: Carmen Bastián, un óleo que en el que el autor trabajó en Granada entre 1871 y 1872.

Fue el siglo XIX español un momento crucial para el desarrollo de toda una serie de géneros artísticos. Los movimientos derivados del romanticismo, que se bautizaron como naturalismo, realismo, impresionismo o postimpresionismo, fueron movimientos artísticamente renovadores y en contra de las normas academicistas (efectivamente, nací en la época equivocada. Nada más excitante que nadar contracorriente y generar estupefacción en tus congéneres).

En este maremágnum de rebeldía, inquietud y arte se encuentra la figura de Mariano Fortuny. Mi admirado pintor no se mantuvo inerte en un mismo estilo pictórico a lo largo de su vida, cultivó. Desde el orientalismo, favorecido por sus viajes a Marruecos, donde entró en contacto con el paisaje y el natural, dando paso al naturalismo, la preocupación por la luz y la rápida ejecución.

En las obras de esta época se ve claramente la predilección del artista por los toques enérgicos del pincel, las pinceladas arrastradas y la textura granulada y arenosa del fondo. Igualmente, se hace evidente la imprecisión de los contornos, casi difuminados, con gran predominio de los tonos azulados y verdosos.

De tal forma, Fortuny se convierte en una gran influencia en el estilo realista, desarrollando con gran maestría la iluminación mediterránea, clave para el desarrollo de la pintura valenciana, convirtiéndose en un precedente de la estética del maestro de la luz; Joaquín Sorolla.

Fortuny se sirve el desnudo como una vía reivindicativa de su independencia ante las normas academicistas. Muestra una parte sórdida, no idealizada del mundo, utilizando el cuerpo humano en su realidad palpable, casi como un disparo a la mirada, en contraposición a los etéreos cánones de belleza característicos del desnudo clásico.

Y en este punto resulta imprescindible hablar de la que considero su gran obra maestra; Carmen Bastián. Este cuadro que de seguro os habrá noqueado al observarlo es un canto a la rebeldía del autor, es más, me atrevo a hablar de una muestra de su madurez profesional, llegó al culmen en su vida artística en la que como él mismo dijo en una carta a un amigo a tenor de la obra Carmen Bastián; “Quería darme el gusto de pintar para mí mismo.”

Sinceramente, ejecutando un óleo que muestra a una joven tumbada en un tarimón con el vestido arremangado y desnuda de cintura para abajo, lo consiguió.

Me apetece tanto hablaros de la verdadera protagonista, de “Carmencita” como él la llamaba, que he olvidado “caldear” el ambiente. En esta ocasión creo que nada más sugerente que un fabuloso cover que canta LACEY STURM (como si hiciera el amor a la letra, si me permitís apuntar el dato) de la conocida canción Roxanne de THE POLICE:

…Roxanne
You don’t have to wear that dress tonight
Walk the streets for money
You don’t care if it’s wrong or if it’s right

Roxanne
You don’t have to put on the red light
Roxanne
You don’t have to put on the red light

Roxanne (Put on the red light)
Roxanne (Put on the red light)
Roxanne (Put on the red light)…

Fortuny al igual que muchos pintores, trabajó habitualmente con modelos desconocidas, pero afortunadamente éste no es el caso. Según cuentan los mentideros de la época, el pintor catalán conoció a Carmen Bastián, una atractiva gitana de 15 años, en el Barranco de la Zorra de Granada, lugar habitado por gitanos. El pintor quedó enloquecido con su belleza y después de convencer a su familia, consiguió que la bella gitana posara para él no sólo en este erótico retrato, sino en otros cuadros como (Bohemia bailando en un jardín).

En este lienzo el desnudo de la joven, ya no es solo el tema principal de la composición, sino que el sexo de la mujer se convierte en el epicentro de la obra. Fortuny nos presenta sin ningún pudor a Carmen que levanta sus faldas y observa de reojo al espectador con una mirada más que sugerente.

No es la primera obra de la que hablamos que presenta el sexo femenino de forma tan clara, recordemos El Origen del mundo de mi amado Courbet. Pero esta obra impacta mucho más, creo que se trata del hecho de que vemos a la modelo y empatizamos con ella, observamos sus facciones y no puedes evitar pensar que es tan solo una niña de quince años, realmente la escena es muy sórdida en este época, en tiempos de Fortuny, Carmencita ya podía tener varios hijos.

En el retrato de Fortuny nada se esconde. Nos encontramos ante un desnudo que no es fortuito, ni robado, sino lleno de descaro. Aunque la obra fue dejada inacabada, la luz baña toda la escena resaltando las claras tonalidades de la piel de Carmen y la puerta. Deteneros en el contraste que se produce entre la delicadeza del dibujo con algunas partes de la superficie que quedan sin cubrir, algo muy característico en la pintura del catalán.

La pintura, de apenas medio metro cuadrado, incompleta y sin firma, se encontró en el taller del pintor a su muerte. Por eso, lleva el sello de la testamentaría en el ángulo inferior derecho.

Pero ¿Qué pasó con Carmen? al abandonar los Fortuny la ciudad de Granada, Carmen se trasladó a Madrid donde se ganó la vida como modelo profesional gracias a un acuarelista inglés. Uno de sus hermanos se trasladó a la capital de España para llevarla a la ciudad andaluza, propinándole una soberbia paliza por la vida tan “libertina” que llevaba. El inglés la abandonó y Carmen, tristemente, se suicidó.

Todos hablan de lo osado y rebelde que fue Fortuny al retar el academicismo de la época con esta obra, pero quien fue verdaderamente valiente, rebelde y pretendió embriagarse del mundo del arte fue Carmen, una niña de tan solo quince años, gitana, que arrancó estereotipos, se “puso el mundo por montera” y vivió el amor más pasional y arrebatador que solo el arte te puede dar.

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