ROLLA de HENRI GERVEX

Después de hablaros de infidelidades, zoofilia y amores escondidos ha llegado el momento de charlar sobre el instante post coital y su protocolo, ya que tal y como dijo el escritor Alfred Musset “es necesario amar siempre, aun después de haber amado”.

La obra pictórica Rolla (1868) surge cuando la pintura le hace el amor a la literatura. Gervex se inspiró en un poema de Alfred de Musset publicado en 1833. En él se cuenta la vida de un joven burgués, Jacques Rolla, que llega a París, para “disfrutar” y que tras varios días de total desenfreno (algo así como en la película “Resacón en las Vegas” pero más estilo S. XIX) acaba arruinado. Sabedor de ello, decide quitarse la vida con veneno y antes de hacerlo se asoma a la ventana, para contemplar, por última vez, las calles de París; entretanto, la joven prostituta, Marie duerme en el lecho y es precisamente, esa última mirada que después de girarse dirige a la misma la que es captada por Gervex. A continuación, éste se acostará en el lecho, y morirá abrazado a la joven. 

El cuadro fue rechazado en el Salón de París cuatro años más tarde de la llegada del Impresionismo, al ser considerada inmoral (puritanos). Obviamente, la representación de una prostituta dormida y junto a la visión de un hombre arruinado, económica y moralmente, que la contempla con melancolía tras una última noche de pasión,  no iba a ser del gusto de la época.

No cabe duda alguna, la gran protagonista es Ella. El joven, irresponsable y preso de su pasión descontrolada, se despoja de todo aquello que le da cierto sentido a su vida por una noche soñada, mira hacia la cama donde duerme la espléndida y aniñada prostituta, descansando exhausta y mostrando su desnudez. Su expresión es relajada, descansado plácidamente tras lo que los símbolos nos relatan; una noche de desenfreno sexual (parece ser que las últimas monedas de Rolla fueron muy bien invertidas) y como mi mente lujuriosa no sabe parar, ésta escena de cuerpos ardiendo y pasión desenfrenada se me antoja a ritmo de “Mujer amante” del grupo Rata blanca (si, si, pura elegancia el nombre pero no por ello menos buenos. Merece la pena escucharlos):

“Siento el calor de toda tu piel
En mi cuerpo otra vez
Estrella fugaz, enciende mi sed
Misteriosa mujer
Con tu amor sensual, cuánto me das
Haz que mi sueño sea una verdad
Dame tu alma hoy, haz el ritual
Llévame al mundo donde pueda soñar.”

Ciertamente, la escena resultó demasiado indecorosa, pero lejos de lo que se pueda pensar no es debido a la desnudez de Marie (en la época abundaban los desnudos similares en pinturas). Lo que llamó la atención de los contemporáneos es en realidad el “bodegón” de la esquina inferior del cuadro, conformado por las enaguas, una liga, un corsé desabrochado (con prisas). Fue Degas quien aconsejó a Gervex colocarlo en el suelo para que se entendiera que esta mujer no se trataba de una modelo. En efecto, la disposición de la ropa en el suelo nos da a entender el desenfreno con el que las prendas han sido arrancadas a modo de ascuas incandescentes que arden en la piel abriéndose paso al deseo, la naturaleza de la ropa propia de una prostituta, indican claramente la aquiescencia de Marie y su estatus de prostituta. Llama poderosamente la atención, el bastón que sobresale de la ropa interior actuando como una metáfora del acto sexual.

Pese a que el cuadro fue excluido del Salón de París, Henri Gervex (otro gran amigo de juergas desenfrenadas y absenta) no se rindió y fue expuesto durante tres meses en la sala de un marchante de obras parisino. Como el público ya era conocedor del escándalo, la afluencia de éste fue masiva y su éxito arrollador (y ahora nos creemos muy modernos por ciertas técnicas de marketing).

Pero la historia no acaba aquí y como la venganza es un plato que se sirve frío. Siete años más tarde del escándalo Gervex presentó al Salón de París, un nuevo cuadro, titulado “Una sesión del jurado de pintura”, un desmesurado óleo sobre lienzo, de 419 x 300 cm., (que podemos disfrutar en el Museo d´Orsay), y en el que pone en duda los dictámenes de los expertos que calificaban las obras dignas de exposición.

Tan fino hiló su plan de venganza, que nadie pudo rechazarlo, asegurándose de un tamaño suficientemente grande, para que ningún otro cuadro pudieran ponerle ni por encima y debajo, con una técnica muy clásica y una pincelada que marca a fondo el detalle. Lo que más llama la atención de la obra es su composición, teniendo como base un enfoque fotográfico, en el que los visitantes y jurado de la obra quedaban situados a la derecha. Una clara alusión al poder de muchos, que sin tener, en ocasiones, la formación adecuada,  o sencillamente, anclados en unas técnicas y temáticas reiteradas, amparándose en su poder, jugaban con el futuro de jóvenes promesas del Arte (nada nuevo bajo el sol).

Y respecto a Rolla, bueno, éste gastó hasta su última moneda para estar con Marie. Esperó los primeros rayos del sol, se recostó sobre ella acabando envenenado en brazos de Marie. Tal y como relataba Musset “… ambos huyeron de las crueldades de la suerte, la niña en el sueño, y el hombre en la muerte.”

En este caso, dado que La Contadora no es tan fría como pudiera parecer, nos quedamos con nuestra canción imaginando que Rolla no hubiese tomado la dosis suficiente de veneno:

“… Al amanecer, tu imagen se va
Misteriosa mujer
Dejaste en mí lujuria total
Hermosa y sensual
Corazón sin Dios, dame un lugar
En ese mundo tibio, casi irreal
Deberé buscar una señal
En aquel camino por el que vas.”
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