“Cada madrugada el miedo salta a mi pecho, querido.
No puedo respirar y el hedor del aliento de aquel ser lacera mi cuello. Me araña los muslos clavando sus uñas, saeteándome la piel.
Me paraliza aquella agresión que me envuelve la garganta anudando mis cuerdas vocales.
Cada noche grito en mi mente, pero nadie me salva, como en la vida, nadie nos salva” (La Contadora de imágenes)