“Pude ver mi último hálito de vida zarpar en aquella barcaza que navegaba mansa y pesada como la propia parca.
En tierra queda mi cuerpo arrodillado envidiando al tuyo hijo mío. Tú no cargas con esta pesada losa de despertar día tras día implorando sea el último, deseando acompañarte en esa eternidad cuya puerta abres con tan solo dos monedas. ¿Quién compra mi pena?”
La Contadora de imágenes