“Venganza bajo Juramento” – Francesco Hayez

La venganza, la RAE la define como aquella satisfacción que se toma del agravio o daño recibido. No es que quiera contradecir a tan ilustres intelectuales que califican y definen términos para la mayor comprensión del resto de los mortales, pero en esa definición tan simplista me “noquea” un término: satisfacción. Lamento disentir, pero la venganza nunca aporta satisfacción, se urde, se programa, se detalla hasta el más mínimo matiz en busca de ese momento de placer, pero éste nunca llega, porque la venganza es una espada de doble filo que mientras la empuñas y la clavas, te hiere cortante de forma inversamente proporcional al odio con el que la aplicas.

Tan ruin sentimiento ha inspirado grandes obras de ópera, cine e impactantes cuadros que salvaguardan la esencia misma del término a modo de ventanal en el que asomarse sin ser visto (si, una especie de vieja del visillo artístico). No hay cuadro más idóneo para la ocasión que Venganza bajo juramento (Consigilio alla vendeta) de Francesco Hayez.

Éste óleo sobre lienzo de 237 x 178 cm fue firmado y fechado por el gran exponente del romanticismo histórico Francisco Hayez en Venecia en 1851.  Se nos plantea la temática de la venganza como una gran obra teatral que se desarrolla ante los curiosos ojos del espectador.

Esta pintura pertenece a una serie inspirada en una novela inédita de Andrea Maffeil. Es parte de un tríptico sobre el amor y la venganza, junto con la Acusación secreta, ahora en la Pinacoteca Cívica Malaspina de Pavía, y La venganza de un rival (La Mujer de Venecia), el paradero de esta tercera obra es actualmente desconocido.

En esta parte que nos ocupa del tríptico, Raquel (enmascarada y con el vestido de flores) ha informado a María (que llevaba un velo), sobre el engaño de su amante. Sin embargo, no hablamos de algo tan sencillo como una infidelidad amorosa, el amante de María ha sucumbido a los encantos del poder invasor y la misiva que porta Raquel es la carta de delación. María ha quitado la máscara de su cara y está empujando a Raquel distanciándola, necesito que nos detengamos en uno de los aspectos que revisten de maestría a esta obra: la mirada de María mezcla de odio y rabia, es como si el pincel de Hayez tuviera la facultad de fotografiar el momento y plasmarlo sobre el lienzo. De hecho, el marco de la obra original, contenía a modo de mapa del tesoro un verso de Maffei que recoge a la perfección el torrente de sentimientos de María con las siguientes palabras: “via dal mio cor si vil pensiero” – «destierra de mi corazón tan vil pensamiento». O como cantan los HÉROES DEL SILENCIO en una de sus mejores canciones de toda su discografía; Iberia sumergida:

“Amanecí con los puños bien cerrados
Y la rabia insolente de mi juventud
La ingenuidad
Nos absuelve de equivocarnos
Que cada uno aporte lo que sepa
Te hicieron pan y ahí te consumimos
Y la venganza es un trasto tan inútil

Este es mi sitio
Y esta es mi espina
Iberia sumergida…”

La composición está regida por las dos figuras femeninas de tamaño natural ocupando prácticamente la posición central del cuadro. Detrás, a modo de escenario o telón de fondo dibuja con precisión de instantánea visual los palacios venecianos junto con la típica fuente que preside los rincones de la ciudad flotante. Prestad atención a la figura silueteada en un balcón en el fondo que parece estar alejada del drama, Hayez unifica esta figura aleja junto a la ausencia de actividad mercantil o civil del momento creando un espacio semiprivado en el que se revelan los más inconfesables secretos, pero sólo para algunos.

La elección de este óleo para la entrada de esta semana no es obra del azar, efectivamente es mi cuadro favorito de Francesco, no solo por el trasfondo psicológico del mismo al tratar tan vil sentimiento que emponzoña el alma, sino porque Hayez, también, era un maestro de la representación de las distintas cualidades de los diversos tipos de tela y moda de la época (deliciosa tentación para una “chica Zara” como yo), apreciamos como destaca partiendo del patrón de las flores del vestido, por medio del brillo de la seda, a la transparencia del velo. Si os acercáis a la imagen veréis como juega con la fuente para mostrar la transparencia del velo. Y el uso del negro, pocas veces he visto un negro más aterciopelado, desprende suntuosidad y sobriedad, pareciera que extendiendo los dedos pudiéramos palpar el suave tacto del “dark velvet”, un negro que presagia dolor, muerte y luto, no podíamos esperar menos de una tragedia romántica.

Hayez juega de forma magistral a la dualidad haciendo uso de la contraposición directa de luz y sombra, así como el juego sutil que desdibuja los límites entre la teatralidad y lo que quiere velarse a la mirada del espectador. Ambas características se retroalimentan.

Una sombra de culpa se desprende de la mirada de Raquel: parece sumirse en una actitud de expiación que le encorva la espalda, como si con ella cargase el peso plúmbeo de la tela negra que le recubre la cabeza, “vomita” la información que emponzoña el ánimo de María. Ni siquiera el toque primaveral de su vestido floreado logra conferirle algo de luz: es un ser nefasto que emerge de las tinieblas con una carta entre las manos, que intenta esconder del escrutinio del espectador. María a modo de repugnancia sobrevenida vuelve el rostro, con una doble intención: alejarse de tan terrible noticia y observar que nadie oiga sus planes.

Sin embargo, la teatralidad de la escena no puede disimularse: toda la luz resbala sobre su regia figura, que se sostiene con la soberbia oronda de una pieza de mármol de los maestros clásicos de Grecia.

Presenciamos no solamente el momento dramático en el que se le informa de la traición, sino el inicio de la confabulación para dar rienda suelta a los más bajos instintos de venganza. En los ojos de María, Francesco concentra todo el dolor del amor ultrajado, el odio más visceral y la ponzoña de la venganza.

Parece claro que María no dudará en delatar a su amante y acusarlo de traición ¿verdad? Pues recordemos que este cuadro forma parte de un tríptico y tal vez los otras obras nos arrojen algo de luz sobre tan dramática historia. Tres años antes, nuestro pintor había realizado La accusa segreta que inmortaliza otro momento decisivo de esta historia; cuando María se acerca con su carta delatora al buzón en forma de león, buzón que solía usarse para “chivatazos” anónimos, si, si, el conocido “me lo ha dicho un pajarito”. Sin embargo, viendo la expresión de angustia de María en dicho cuadro una se plantea si triunfa el amor hacia su país o el que siente por su amante.

Para despejar las dudas habría que acudir al tercer cuadro del que solo se conservan fotografías, pues se haya en paradero desconocido (y vosotros alucinando con el Código Da Vinci). Nuestra última pieza del tríptico se llama Vendetta di una rivale, fue pintado en 1853 y a mi ya me tiene enganchadísima esta nueva temporada. Bromas aparte, en él María junto a Raquel se dispone a entablar conversación con un personaje, a todas luces el encargado de recibir las denuncias. María aprieta la carta contra el pecho y está a punto de entablar contacto con el individuo que se encuentra inmerso en la lectura de otro documento. Parece ser que la delación es inevitable.

La venganza, sentimiento pueril, objeto inútil, puñal oxidado que inflige dolor a quien lo sufre y quien lo orquesta. Pero quien no soñó con ella no ha estado vivo, pues la venganza se encuentra inserta en nuestro ser como si fuera un componente más de nuestro ADN.

“Via dal mio cor si vil pensiero” – «destierra de mi corazón tan vil pensamiento»

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