Una vez tuve un sueño, vivía lejos de mi hogar, tenía otro aspecto e imagen. Recuerdo que a lo largo de esta experiencia onírica danzaba entre Inglaterra y Méjico (aún no sé como visualicé esos países que no he visitado de momento). Sin embargo, mantenía gran parte de los elementos que constituyen los pilares de mi personalidad. Continuaba ese vivaz interés por la magia, el ocultismo y el folklore que me alimentaban en mi infancia (aún recuerdo mi libro de cabecera que mi padre me leía todas las noches Grandes Cuentos Rusos). Sabía que caminaba en la duermevela por la gran connotación simbólica de todo lo que me rodeaba: personajes mitológicos, esferas, rituales. Pero en mi sueño no me llamaba La Contadora, mi nombre era Leonora Carrington.