Crónica: DEATHSTARS se rinde un homenaje histórico en Madrid

En mayo de este año, la promotora Kivents nos deleitó con la gira ibérica de LIV SIN junto a RÄXAR, la cual fue un absoluto éxito (podéis leer la crónica Aquí). Con muchas ganas de volver al sur europeo, la genial cantante Liv Jagrell unió su banda a la gira para dar más presentación a su reciente álbum, KaliYuga. Siendo una familia amistosa de artistas experimentados, LIV SIN abrió el show con la unanimidad colorada del vestuario. La ocasión era especial y no dudaron en que todo el público la disfrutase igual. Aunque sólo tocaron poco más de media hora, los suecos también hicieron honor a su trayectoria profesional con los temas Chapter of the Witch y Let Me Out, la cual se coreó su estribillo al unísono y dando un ejemplo de apoyo tremendo a la banda.

Sonando con total soltura, sin fallos técnicos y nivelando las ondas para una calidad impecable, LV SIN repartió el protagonismo a todos sus intérpretes. Cual torbellino de belleza, headbanging y una voz enérgica, Liv conectó con el público de inmediato, adueñándose del escenario sin problema. No negaré que canté Forget my Name entera, ¡pero no como ella! Daniel tuvo un toque especial en el bajo, pues sonaba contundente y oscuro a la vez. Escondido a la derecha de frente, Per demostró que su pericia a la batería no tiene comparación, siendo el pilar fundamental en cortes como I am the Storm y Antihero. Por último, Jay y Krille dominaban las melodías a través de unas habilidades repletas de ensayos y mucha dedicación. La facilidad de ejecución guitarrera les hizo ser los férreos apoyos de Liv desde el principio hasta el fin con King of Fools. La despedida fue muy sentida, más por mi parte, pues no hay agradecimientos suficientes para Per y Liv por darme la oportunidad de volver a fotografiarles en toda su gloria.

Asumiré que todo el mundo conoce a DAFT PUNK y su himno One More Time. No obstante, poco antes de su retirada, tres antiguos integrantes de GHOST parecieron coger el testigo del dúo francés y, adaptándolo a los tiempos modernos, continuaron la labor de hacer mover el cuerpo entero a base de synthwave rock/metal. Bajo el genérico nombre de PRIEST, el trío estelar optó por una relativa oscuridad en calidad ambiental de su show. Todo un acierto, pues se creó el escenario idóneo de una discoteca clásica de fin de milenio. Compartiendo una creatividad y escenografía inusual capaz de hacer disfrutar al individuo más arisco del planeta, Mercury, Salt y Sulphur triunfaron con una Sala Mon bailando al son de la mejor discografía del trío sueco.

The Pit fue el corte que hizo saltar los ánimos por los aires desde el inicio, donde se vio la loable personalidad de Mercury. Bajar a cantar con el público, arrodillarse ante él, sostener las manos de algunos fans y dedicarles parte de las líricas… Sinceramente, nunca he visto a un artista ser tan cercano en directo; incluso tuve el honor de corear los tonos de Neuromancer con Mercury al final del mismo. Siendo programadores y teclistas de primera categoría, Salt y Sulphur controlaban las notas y sonido con sumo cuidado, logrando que Blacklisted, Obey y el reciente sencillo Burning Love quedasen divinos. También hubo mucha interacción social de ellos con sus instrumentos electrónicos, en especial, el teclado. Como regalo de PRIEST hacia el inconmensurable apoyo del público, sonó Nightcrawler para continuar la fiesta. Habiendo ganado por mayoría absoluta, el trío tecnócrata se despidió a través de History in Black y Vaudeville, realizando una velada increíble y perfecta para todo el mundo, gustos y edades.

Recuerdo que, en mi época de Bachillerato, el movimiento emo era una tendencia juvenil como una rebeldía hacia el estatus social. El estilo gótico, las modas alternativas, la escena cyberpunk… En la música extrema, el industrial metal gozaba de una presencia exaltada y muy apreciada. Para mí, temas como Synthetic Generation, Cyanide o Chertograd de los suecos DEATHSTARS marcaron mi etapa universitaria, así como All the Devil’s Toys o Metal. Lo que nunca imaginé es que vería a Whiplasher, Cat o Skinny tan cerca que podía tocarles. El sueño de cantar sus temas y fotografiarles son cuestiones que tardaré mucho tiempo en creer, más si cabe cuando Cat me dio una púa suya en mano.

Con un tiempo de actuación de casi una hora y media, DEATHSTARS presentó su último álbum, Everything Destroys You, a través de un sinfín de fallos técnicos y altibajos que, aun siendo solucionados la mayoría, amargaron el show de muchos críticos y fans. El único error de repercusión notable fue la falta de incremento sonoro a la voz. Desde las primeras filas, Whiplasher se escuchaba bien, pero conforme íbamos hacia el fondo, su desvanecía totalmente. Skinny también tuvo ciertos inconvenientes al bajo, los cuales se remediaron  justo al inicio de All the Devil’s Toys. Muchos reprocharon que el guitarrista Cat no estuviera presente durante todo el repertorio, pero ello no era razón para negar su actitud alocada e indiferente que le hace tan especial y carismático.

A pesar de las desavenencias expresadas, toda la Sala Mon palideció en alegría ante la ilusionante actitud de los artistas. Whiplasher interaccionaba con el público lo más cerca posible en sus líricas, Skinny llevaba su bajo al extremo de los graves, Cat y Emil hacían las delicias rítmicas y solistas a base de diversión y entusiasmo, sin olvidar a Marcus, quien sonreía, baquetas en mano, del fuerte vínculo que había en la expectación social hacia DEATHSTARS. No sólo nos esperó un cúmulo de temas modernos, sino otros hechos remarcables, como la fiesta montada en Midnight Party y el contraste nostálgico en Death Dies Hard. Del álbum debut se rescató New Dead Nation, a quien precedió Fire Galore y su coreable estribillo. Justo cuando creíamos que la banda terminaba su show, las luces azules bélicas de alarma nos dejaron un final apoteósico que supuso el adiós, más adecuado posible, con el trío Chertograd, Blitzkrieg y el clásico Cyanide. Sin dejar de agradecer las muestras de respaldo incondicional, el quinteto sueco se codeó con sus fans y los asistentes en una velada meritoria.