Segundo día del Sun And Thunder, y otra vez empezamos el día subiendo la cuesta hacia el castillo. Bajo un sol de rigor damos la bienvenida a la primera banda del día.
Segundo día del Sun And Thunder, y otra vez empezamos el día subiendo la cuesta hacia el castillo. Bajo un sol de rigor damos la bienvenida a la primera banda del día.
El dúo compuesto por Morten Fausboll, guitarrista danés, y Fredrick Lindal, batería noruego, sorprende desde el inicio con una entrada llamativa donde se atan una corbata, saludan y empiezan su show.
A pesar de ser solo dos en el escenario, la banda capta la atención con una actuación viva y amena. Musicalmente a medio camino entre el rock y el metal, la banda sabe entretener al público que se acercó al Thunder Stage. La banda aprovechó cada uno de los 40 minutos que disponía sobre el escenario; incluso se vio a Morten bajarse a tocar junto al público, que formó un circlepit alrededor suyo.
A lo largo de los años, LEVEE se ha establecido como una de las joyas escondidas de la escena underground londinense, donde la banda tiene su base, y me pregunto quién tuvo la idea de traer este dúo al festival. A esa persona solo le tengo que decir: gracias.
Uno de los pocos contratiempos del festival fue la caída del cartel de CELTIBEERIAN, y el hueco que tenía que ocupar le benefició a ARGION, quien se quitó de abrir a las 14:30.
La banda asturiana está llena de energía, a la imagen de su nuevo frontman Richard De La Huz, quien no paró quieto durante todo el show. Me quedé un poco extrañado con los cambios en la voz, con un cantante con un registro completamente distinto al de su anterior vocalista, pero una vez superado ese momento, Richard consiguió engancharme y convencerme.
El resto de la banda, como siempre, se desenvuelve a las mil maravillas sobre las tablas, ocupando cada centímetro del escenario. Me sigue gustando el aporte vocal que hace Pablo en los coros, con una voz que merece ser explotada en mayor proporción.
Una actuación que se hizo corta, donde no faltaron Anne Bonny, uno de los himnos de la banda, y Fuerza de honor, un cierre contundente a una actuación aún más convincente. ARGION no para de crecer, y esperemos que pronto llegue a cuotas mayores.
THE ELECTRIC ALLEY irrumpió en el escenario con mucha energía desde el primer acorde. A pesar del sol de justicia, que enrojeció a más de uno a ambos lados del escenario, se notaba que querían aprovecha la oportunidad de abrir tan majestuoso escenario en tan magno festival. Su sonido, enérgico pero afinado, llenó el recinto con riffs vigorosos y una base rítmica contagiosa que llegó al público desde el primer momento. La voz principal navegó entre matices eléctricos y melódicos con gran soltura, captando instantáneamente la atención de quienes estaban presentes.
El quinteto alternó piezas contundentes con pasajes más atmosféricos, equilibrando intensidad y pausa con maestría. Algún solo de guitarra, particular punto álgido del set, logró provocar una respuesta entusiasta de la multitud, mientras que la sección rítmica sostuvo con potencia cada cambio de dinámica. El sonido estuvo bien trabajado, con un volumen potente que no sacrificó claridad ni detalles, algo especialmente notable en un entorno festivalero al aire libre.
Les habíamos visto hace algo más de un año en Granada y la sensación volvió a ser igual de potente. No faltaron temas como Apache, One Lasting Light, Can We Have Some Love o Get Electrified y para despedirse, cerraron su intervención con No Control que sirvió como broche intenso y emocionante. La comunión con el público brilló en ese momento: las manos en alto, los coros espontáneos y una sensación compartida de haber vivido una experiencia auténtica. THE ELECTRIC ALLEY dejó una huella notable en el Sun and Thunder Festival, demostrando ser una banda con garra, musicalidad y capacidad de conectar con la audiencia.
SHAKRA, banda suiza de hard rock con raíces en los años 90, subió al escenario Sun poco después de THE ELECTRIC ALLEY, aportando su característico sonido melódico y energético. Con riffs pulidos, estribillos coreables y una ejecución compacta, su actuación se sintió como un regalo de hard rock clásico reposado en la era contemporánea del metal.
Durante su set, SHAKRA alternó con elegancia entre sus piezas más recientes y clásicos que el público reconoció al instante. Pudimos escuchar temas como A Roll of the Dice o Invincible, entre otros. La banda demostró una química sólida en escenario, con guitarras que surcaban melodía y fuerza, una sección rítmica ajustada y una voz principal con presencia y tono cálido. La respuesta del público fue constante: puños al aire, coro colectivo y una sensación compartida de disfrute profundo.
Su actuación complementó perfectamente la energía del segundo día del festival, ofreciendo un respiro melódico sin perder fuerza. Fue un bloque que equilibró intensidad y accesibilidad, dejando al público con ganas de más y consolidando a la banda como uno de los momentos destacados de esa jornada épica en la Costa del Sol.
OPERA MAGNA me debía una revancha. La única vez que vi la banda en un festival, tuve que tirar la toalla e irme debido a un sonido, a mi gusto, nefasto y que hizo que no reconociera ninguno de los temas.
Y la revancha se la llevó de calle, con una actuación brillante y apabullante, una lección de power metal en mayúsculas. Desde el primer segundo, y con el sonido que se merece la banda, me enganché a cantar y vibrar al son de la voz de José Vicente Broseta, una de las mejores voces españolas.
Broseta es solo la punta del iceberg, ya que si funciona OPERA MAGNA es por el conjunto que conforma cada uno de los artistas, elevando el nivel de los temas hasta cuotas de altísima calidad.
Con esa demostración, OPERA MAGNA ha subido otro escalón en mi vara de medir, subiendo al fin al sitio que le corresponde junto a las bandas punteras del género como RHAPSODY OF FIRE. Si no fuera una banda española… otro gallo cantaría.
SONATA ARCTICA, una de las grandes firmas de la noche, subió al Sun Stage bajo un sol que no parecía afectarles a pesar de venir de una de las regiones más frías de Europa. Ofreciendo su característica mezcla de power metal melódico y velocidad controlada. Desde el primer tema quedó claro que la banda aprovechaba la luz del mediterráneo y la brisa marina como aliadas de su sonido nítido y afilado. La voz de Tony Kakko emergió con fuerza, hilvanando líneas melódicas que se elevaban sobre guitarras precisas y teclados envolventes, mientras los riffs hacían vibrar al público en una comunión casi lírica.
En el nudo del set, el grupo alternó clásicos reconocidos con cortes del álbum más reciente Clear Cold Beyond (2024), equilibrando nostalgia y frescura. La sección instrumental lució impecable: las guitarras intercalaban adornos técnicos y riffs contundentes, sin perder la melodía, mientras la base rítmica sostenía los cambios de ritmo con aplomo. En ese contexto, los fans, especialmente los finlandeses entre el público, corearon espontáneamente los estribillos, con gestos colectivos y entusiasmo palpable, especialmente cuando la banda arrancó sus himnos más celebrados.
SONATA ARCTICA aportó tanto elegante contundencia como emotividad, y se percibió la complicidad con un público que vivió cada tema con intensidad. Fue un set que comprometió tanto a los seguidores acérrimos como a quienes se acercaron por curiosidad, confirmando que la banda aún sabe provocar admiración y conexión en directo.
Si llevaba 30 años esperando ver a PARADISE LOST, en el caso de ACCEPT llevábamos unos cuantos más. De las bandas que escucho desde mi juventud, es de las pocas que han sabido soportar el paso del tiempo y mantener no solo su estilo y esencia, sino la llama que se prendió hace casi 50 años.
Wolf Hoffmann, líder de la formación teutona, sabe meterse al público en el bolsillo, empezando con dos temas de su último y muy buen trabajo, Humanoid, para después dar un repaso a esos casi 50 años de trayectoria con temas míticos como Restless and Wild, Princess of the Dawn o Balls to the Wall, alternando con temas correspondientes al inicio de su última reunión, como son Pandemic o Teutonic Terror.
Solo por dos temas merecía la pena estar allí, Metal Heart y Fast as the Shark, dos temas que marcaron la historia del heavy metal en su época y que perduran en el tiempo, impolutos y sonando frescos como el primer día. Porque eso consigue ACCEPT: mantener vivo y actual su sonido para no arrastrarse en los escenarios como tantas bandas que hacen un flaco favor a su legado (luego veremos un ejemplo).
Sobre las tablas, los seis músicos presentan un show impecable, rodado hasta el más mínimo detalle, con interactuaciones entre ellos o con el público, o el movimiento sincronizado de guitarras y bajo que es ya marca de la casa. 30 años esperando eso, y espero pronto repetir.
ENSIFERUM hizo temblar el Thunder Stage en el Castillo Sohail con su folk/epic metal inconfundible. Actuaron dentro de una jornada dominada por el power y el folk más épico y, desde los primeros compases, contagió una energía brutal al público, que respondió con pits masivos y un entusiasmo desbordante durante cada composición. La banda desplegó un repertorio coreable que combinó pasajes épicos y melodías folclóricas con una potencia arrolladora.
Su actuación fue un festín para los fans del folk metal. Brillaron tanto en técnica como en pasión y resultó ser uno de los puntos culminantes de la jornada épica en el Castillo Sohail. En la parte final de su actuación, ENSIFERUM desató la locura con temas como Stone Cold Metal y Way of the Warrior, auténticos himnos dentro del folk metal que provocaron un estallido de euforia colectiva. El público no dejó de saltar ni de corear cada verso, mientras ondeaban banderas vikingas y se formaban círculos de mosh al ritmo de los riffs acelerados y melodías ancestrales. El sonido, nítido y demoledor, permitió que cada capa instrumentaL, desde los guturales agresivos hasta los pasajes melódicos, se percibiera con claridad. Fue un cierre apoteósico, que consolidó a ENSIFERUM como uno de los grupos más carismáticos y celebrados de la jornada.
Tocaba el turno de WASP, y si anteriormente vimos una banda que hacía honor a su nombre, WASP dio la nota negativa del festival. 30 minutos de retraso para un cambio entre banda y banda que se alargó hasta la hora: demasiado tiempo, y con un público al rojo vivo.
Cuando salió la banda al escenario, lo hizo con su clásico I Wanna Be Somebody, y empezó con un show espectacular musicalmente y visualmente. Pero ese show se vio un poco deslucido por las constantes parrafadas de Blackie Lawless, quien entre tema y tema se explayaba demasiado hablando. Una cosa que podría haber evitado y así recortar un poco su tiempo de actuación, sabiendo que detrás suya venía otra banda.
No me quedé todo el concierto, pero el tiempo que estuve pude escuchar a un público dividido, entre la adoración y el placer, y otro más descontento y protestando por los parones. No hay mucha más que decir. Blackie es genio y figura, con sus cualidades y defectos; hay que aceptarlo así.
VITA IMANA irrumpió en el escenario sumándose a un bloque potente junto a ENSIFERUM, HEIDEVOLK y TÝR en una noche marcada por el folk y el metal más épico, pero poniendo de manifiesto que lo que ellos hacen, es completamente distinto a lo que habíamos visto hasta el momento. Desde el primer compás, desplegaron su groove metal donde la percusión juega un papel protagonista: auténticas batucadas en directo que potenciaron la agresividad y profundidad del sonido. El escenario amurallado del Castillo Sohail amplificó ese carácter visceral, generando una atmósfera intensa y envolvente.
Durante su set, el sexteto combinó contundencia y ambientación con afinaciones graves, riffs densos y pasajes ambientales con ayuda de texturas sónicas, alineadas a influencias tan potentes como GOJIRA, SEPULTURA o MACHINE HEAD. La voz principal de Mero Mero, cada día más en forma, se alternó con las percusiones de Míriam Baz, generando diálogos sonoros que enfatizaron cada crescendo. El público respondió con entusiasmo, formándose círculos de mosh y alentados por un volumen demoledor que no perdió nitidez en ningún instante.
Para cerrar su actuación, VITA IMANA optó por intensificar esa comunión rítmica, los últimos temas se convirtieron en un torbellino de energía y coordinación colectiva, almacenando potencia en cada golpe de tambor y en cada cambio dinámico. Fue un set que dejó huella por su autenticidad, furia controlada y ejecución impecable, consolidándolos como una de las bandas más explosivas y memorables de esta épica jornada.
VHÄLDEMAR, que no tenía que haber coincidido en horario con W.A.S.P, subió al escenario mientras los estadounidenses aún se encontraban en pleno show, por culpa del retraso de éstos. A pesar de ello, el ejército de files de los de Baracaldo permanecieron a pie de escenario hasta que la banda saltó con toda su energía. Desde los primeros acordes, los vascos desplegaron un sonido afilado, cargado de dinamismo y fuerza, riffs vibrantes, estribillos memorables y una actitud arrolladora que encarnó el alma del heavy/power metal nacional en el que destaca sobremanera Carlos Escudero, un frontman que no deja indiferente.
Como bien dijo al llegar “No hemos venido aquí a hacer amigos” y el metal rugió no sólo sobre el escenario, sino bajo él, porque Carlos se bajó entre el público a demostrar que el metal se suda, se huele y se palpa. El público respondió con intensidad, llenando el Castillo Sohail y creando una atmósfera de entrega total.
En el núcleo de su actuación, VHÄLDEMAR combinó temas de su celebrado álbum Sanctuary of Death (2024) junto a clásicos que la gente coreó con entusiasmo. Su sonido, contundente pero nítido (mención especial al sonidazo que hubo casi todo el tiempo en ese escenario), permitió escuchar el detalle de cada instrumento, guitarras potentes, voces claras y una sección rítmica compacta que mantuvo la energía en lo más alto.
Como cierre, VHÄLDEMAR detonó la noche y se consolidó como una de las actuaciones más memorables del viernes en Fuengirola. El broche final rozó el nivel de un headliner, elegancia metalera con pegada y conexión directa con el público. No es casualidad que su directo sea considerado uno de los más potentes del metal español, y esa noche en el Castillo fue una confirmación más de su estatus dentro del panorama nacional.
El círculo juglar llegó a Fuengirola, y SAUROM, en lugar de salir con ansiedad y echar sangre tras el retraso y consiguiente recorte en su setlist, salió a disfrutar y hacer disfrutar al público congregado al pie del escenario.
Se vio a una banda segura de sí misma, que una vez más demuestra por qué es la banda de moda en España (y Latinoamérica). En esta ocasión, SAUROM no trajo ningún montaje grandilocuente, sino músicos sobre las tablas dejándose la piel y el corazón en cada tema.
A pesar del recorte, SAUROM pudo presentar una amplia muestra de su repertorio, con su ya clásico Músico de calle o La leyenda de Gambrinus, haciendo espacio a su último trabajo El principito con tres temas. La traca final vino con El lazarillo de Tormes y El círculo juglar, que cerraron un concierto muy corto, demasiado corto.
Destacar la humildad de la banda, que, en lugar de salir al escenario con malas formas, alabaron en boca de Migue a WASP diciendo que para ellos era un sueño tener su camerino al lado de uno de sus referentes. Solo una palabra: ¡chapeau!
Así terminaba el segundo día del Sun and Thunder, con un público entregado a los juglares en el escenario principal, mientras otra parte disfrutaba de la locura hecha metal en el castillo. Esa es la esencia de un festival: varios géneros, varios estilos, pero mientras haya un público a pie del escenario, los artistas lo dan todo, y eso se agradece.